"Mi lugar favorito para pensar seriamente es el baño"
El escritor argentino Andrés Neuman responde al carrusel de preguntas de este diario
Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), autor de obras como El viajero del siglo (premio Alfaguara de novela 2009), considera que ser escritor es “estar incómodo en el mundo y enamorado de las palabras”. Traductor, poeta y columnista, el mejor consejo que recibió de sus padres músicos fue que “los afectos son más importantes que lo urgente”.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
Me reí mucho con el epistolario de Groucho Marx.
¿Qué música le inspira para trabajar?
La del ruido casual: esa que entra de pronto por la ventana y sale por las manos en forma de idea.
¿Come algún snack mientras trabaja?
Soy más de té y té.
¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?
Con Sor Juana Inés de la Cruz, y sacarla a bailar.
¿Qué libro le cambió la vida?
Intento mantener esa sugestión con cada buen libro: la de que algo sustancial podría modificarse en mí durante la lectura. También sería interesante pensarlo a la inversa: la forma en que vivimos puede cambiar los libros, la forma en que leemos.
¿Cuál es su lugar favorito en el mundo?
Las Highlands, en Escocia, mirando un lago.
Respecto a su trabajo, ¿de qué está más orgulloso?
El trabajo de la escritura —es decir, de la reescritura— me parece incompatible con sentirse orgulloso.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Casi siempre que veo una película. En la ficción entrenamos nuestras emociones.
¿Qué lo deja sin dormir?
El entusiasmo. Verbal o carnal.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
A ser posible, con un técnico de ascensores. Si no hay esa suerte, con Juliette Binoche me apañaría.
¿Su especialidad en la cocina?
Más bien el pre y el post: hacer la compra, fregar los platos.
¿Qué espacio de casa es su favorito?
Para empezar el día, el rincón de la cocina donde está la máquina de café. Para terminar el día, la cama o el sofá. Para pensar seriamente, por supuesto, el baño.
En su nevera siempre hay…
Yogur líquido. Naranjas. Cerveza. Vacío.
Algún sitio que le inspire.
Cualquier ciudad extranjera: uno reaprende a mirar.
¿A qué edad se dio cuenta de que quería dedicarse al mundo de las letras?
A los nueve o diez años, el día que la abuela Dorita leyó uno de mis cuentos y fingió que le gustaba.
¿Primera borrachera?
No me acuerdo. Evidentemente, fue una buena borrachera.
¿Qué libro regalaría a un niño para introducirlo en la literatura?
El Ulises de Joyce. Es broma. Cualquiera que sus padres puedan leerle con verdadera empatía.
¿Un sueño recurrente?
Estoy en un teatro, debo empezar a hablar y he olvidado el papel. Quizá por eso escribo: para recordar qué tenía que decir.
¿Qué le reprochan sus amigos?
Que salgo poco porque me quedo encerrado en casa escribiendo. Tienen razón. Pero cuando salgo, me vengo.
¿Qué le asusta?
La incansable capacidad de los votantes para elegir lo peor para sus propios intereses. Nuestro acostumbramiento a la deshonestidad, que quizá nos retrata más de lo que suponemos.
Si pudiera tener un súperpoder, ¿cuál sería?
Visitar a los muertos. Darles las gracias.
De pequeño, ¿qué quería ser?
Conductor de helicópteros, poeta y delantero de Boca Juniors. Tres oficios con vértigo.
Recomendación de un lugar para comer.
La pizzería El Cuartito, en Buenos Aires, que lleva casi un siglo con las mismas mesas y el mismo queso atómico.
A una fiesta de disfraces, ¿cómo iría vestido?
Del actual presidente del Gobierno. Es decir, de hombre invisible.
¿Messi o Cristiano?
Fanatismos aparte (y no soy del Barça), ¿resulta futbolísticamente posible responder otra cosa que Messi? Es comparar el atletismo con la magia.
Babelia
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