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“La grandeza del cine no terminará nunca”

El director Giuseppe Tornatore estrena ‘La correspondencia’, una reflexión sobre el paso del tiempo, la muerte y la tecnología

Tommaso Koch
Giuseppe Tornatore, el pasado enero en Milán.
Giuseppe Tornatore, el pasado enero en Milán. Pietro D'aprano (Getty Images)

El ser humano siempre ha soñado con la inmortalidad. Sin embargo, choca con la realidad de su cuerpo perecedero. A falta de conquistas científicas, la tecnología ha caminado hacia el futuro, con perfiles que siguen existiendo en las redes sociales tras el fallecimiento de sus responsables. También lo ha hecho la cultura, con novelas, filmes o series como Black Mirror. Ahora, Giuseppe Tornatore ha juntado ambos caminos: Skype y cine retan a la muerte en La correspondencia, que se estrena este viernes en España.

“La concebí hace 15 años, pero habría parecido ciencia-ficción. Hoy en día, en cambio, se había vuelto perfectamente factible”, asegura el director (Bagheria, 1956). De ahí que por fin retomara ese guion: un profesor de astrofísica (Jeremy Irons) y una de sus alumnas (Olga Kurylenko) viven un idilio que termina trágicamente. Pero, si él ya no está, ¿cómo es posible que ella no pare de recibir sus mensajes y vídeos?

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“Me gustaba la idea de un personaje capaz de organizar su extensión existencial hasta el punto de provocar en los demás la ilusión de que su vida continúe. Me atrae el instinto de poder ayudar a quien se queda, pero me aterra la hipótesis de convertirme en un peso”, asevera Tornatore. El director mantiene una relación ambivalente también con la tecnología. Le parece “un proceso maravilloso” que los humanos no saben aprovechar: “No nace para ser una maldición, pero la convertimos en algo diabólico”. Tal vez por ello, sigue siendo bastante analógico. Y acumula los plantones involuntarios a sus conocidos: “Hay gente que piensa que por el simple hecho de haberte mandado un mail ya tengas la información en tu cerebro. Aunque sospecho que algún día será así. Y a lo mejor las películas serán cápsulas: la ingieres y la vives”.

En el fondo, tampoco le preocuparía. Lo que le importa es el oficio en sí, no el cómo. Tanto que al preguntarle por su relación con el cine la respuesta es adoración pura: “Cambiarán los soportes, pero su grandeza no terminará nunca. Esa magia que te obliga a interrumpir tu vida para entrar en la de otros y que luego te devuelve la tuya enriquecida es un milagro. Los que hemos nacido en el siglo del cine somos unos privilegiados”. Puesto a escoger lo mejor, Tornatore se queda con “esa emoción en el instante en que arranca la producción de un filme”. Parece escuchar al niño que se enamoró del séptimo arte a los seis años, viendo la adaptación de Panorama desde el puente. A partir de ahí, persiguió las películas toda su vida: como espectador, organizador de ciclos de cine, proyeccionista y, finalmente, director.

Aunque tanto amor no siempre ha sido correspondido. Tornatore ganó un Oscar por Cinema Paradiso y aplausos por La mejor oferta. Sin embargo, Pura formalidad o Baaria fueron duramente criticadas. Y La correspondencia ha salvado los muebles en Italia, pero ha suspendido el examen de Hollywood Reporter y Variety. El cineasta se lo toma con filosofía: “Me han convencido todos los filmes que he hecho, pero soy consciente de que para público y crítica no ha sido así”.

Tal vez sea el equilibrio que proporcionan los 60 años recién cumplidos. ¿Cómo los celebró? “Trabajando. Me molestan los cumpleaños, me recuerdan el paso inexorable del tiempo”. Al menos, el cineasta no esquiva un balance de su carrera: “Nunca estoy especialmente satisfecho. Si miro atrás, veo sobre todo las películas que no hice”. Por ejemplo, una sobre el asedio de Leningrado por la que luchó durante años. A diferencia de aquellos resistentes, el cineasta se rindió.

En la lista de los filmes que hará, en cambio, está un documental sobre Ennio Morricone. Ambos han colaborado varias veces —también en La correspondencia— y Tornatore quiere dedicarle un homenaje. Como el tiempo de la entrevista terminaba, la pregunta sobre el compositor tuvo que ser enviada más tarde, por mail. Pero, evidentemente, fue de esos correos que nunca llegan a su cerebro.

El paraíso de Borgo Ventoso

Las películas de Tornatore suelen contar con ambientaciones memorables. Y desatan una caza para encontrar el lugar original. Así, la plaza donde se alzaba el cine Paradiso se halla en el pueblo siciliano Palazzo Adriano. Y la villa de La mejor oferta está ubicada en Gorizzo di Camino al Tagliamento (Údine). En La correspondencia la tradición continúa con Borgo Ventoso, una minúscula aldea de nombre ficticio en medio de un lago.

“Normalmente los lugares nacen de una idea, de un sitio que tenga que suscitar un cierto sentimiento. Y entonces partimos y buscamos hasta que lo encontramos”, relata Tornatore. Esta vez fue la isla de San Julio, en el Lago de Orta, en el Piamonte. La leyenda sostiene que fue el propio santo quien liberó ese islote de los dragones y serpientes que lo poblaban. Tras la fuga de los monstruos, quedan hoy pocas casas, algún edificio de interés, así como hoteles y restaurantes. Y muchísima paz. A juzgar por lo visto en pantalla, todo un paraíso.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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