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El túnel perdido del Holocausto

Un equipo de investigadores localiza el lugar por el que se fugaron decenas de deportados judíos en Lituania

Guillermo Altares
Un grupo de técnicos prepara el análisis para localizar el túnel de Ponar.
Un grupo de técnicos prepara el análisis para localizar el túnel de Ponar.Ezra Wolfinger (Israel Antiquies Authority

Arrastrando los dedos en la tierra helada o con cucharas lograron cavar un profundo túnel y huir del horror nazi. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los prisioneros fueron obligados a desenterrar e incinerar decenas de miles de cuerpos de judíos asesinados cerca de Vilna (actual capital de Lituania) para borrar las huellas de una masacre nazi. Tenían claro que la muerte era el destino que les esperaba después de cumplir con la espeluznante tarea que les habían asignado sus verdugos. Por eso, pese a estar destrozados físicamente y aterrorizados, fueron capaces de cavar un túnel durante tres meses utilizando lo poco que tenían a mano. Once de los presos, que se escaparon la noche del 15 de abril de 1944, sobrevivieron a la guerra, pero el túnel se perdió, aunque no el recuerdo de aquella fuga. Ahora, 70 años después, gracias a la tecnología que se utiliza para encontrar yacimientos de petróleo y minerales, el túnel ha sido localizado y en breve podrá ser visitado.

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El túnel de Ponar, un lugar cercano a la capital lituana ahora llamado Paneriai donde fueron fusiladas unas 100.000 personas, en su mayoría judíos, así como intelectuales polacos y lituanos, es una de las muchas historias que oculta la tragedia interminable del Holocausto y además un suceso cargado de significado. Por un lado, ilustra uno de los aspectos más oscuros de la Shoah, que todavía sigue siendo tabú: los verdugos de Ponar no eran solamente soldados alemanes, sino colaboracionistas lituanos, algo que ocurrió en muchos otros lugares de Europa. La mitad de las víctimas de la Solución Final no fueron asesinadas en campos de exterminio, sino ejecutadas (lo que se ha llamado el Holocausto de las balas). Pero, sobre todo, hallazgos como este nos enseñan cómo, en mitad del horror, se produjeron actos de heroísmo cuando parecía imposible mantener ninguna esperanza.

"Disponíamos de varios testimonios sobre el túnel de Ponar, entre ellos los de tres presos que lograron huir, Motke Zeidel, Yuri Farber y Itzhak Dugim. Fue una fuga bastante famosa", explica por correo electrónico Jon Seligman, que participó en el descubrimiento como investigador de la Autoridad de Antigüedades Israelí, una de las instituciones que han trabajado en la excavación junto a la Universidad Hartford de Connecticut, el Museo Judío de Vilna y la empresa de prospecciones canadiense Adivisian, que es la que proporcionó la tecnología de georradar que permitió localizar la oquedad. La televisión pública estadounidense PBS planea emitir el año próximo un documental sobre el descubrimiento.

Tomografía del terreno en busca del túnel.
Tomografía del terreno en busca del túnel.

Pese a la cantidad de datos, la situación exacta del túnel se perdió al final de la guerra, aunque el lugar de la matanza siempre estuvo localizado y hoy existe un memorial y un pequeño museo. Seligman, de una familia judía de origen lituano, asegura que se emocionó cuando descubrió el emplazamiento. "De los cerca de 40 judíos que utilizaron el túnel, solo 15 lograron escapar antes de ser descubiertos por los guardias nazis. De ellos solo 11 sobrevivieron a la guerra. Todos los demás, incluidos el resto de prisioneros de Ponar, fueron asesinados", prosigue el investigador israelí.

La mayoría de los asesinatos en el bosque de Ponar tuvieron lugar en 1941 y fueron llevados a cabo por los Einsatzkommandos,los escuadrones de la muerte de las SS, y los Ypatingasis Burys (Escuadrones Especiales), las unidades de exterminio lituanas integradas por voluntarios. La participación local "sigue siendo tabú", explica Seligman, "especialmente en Lituania porque muchos de estos colaboracionistas lucharon luego contra los soviéticos y son considerados héroes nacionales. En el lugar de la masacre se reconoce que lituanos participaron en el asesinato de judíos, pero no son identificados. Esto todavía representa un problema, aunque se está produciendo un lento cambio".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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