La roca blanda
Este filme acaba abonándose a los registros más previsibles de la comedia de acción
Cuando, en una de las secuencias más recordadas de La quimera del oro (1925), Charlot se comía un zapato con el refinamiento que un aristócrata dedicaría a la degustación de un faisán, Chaplin lograba aislar una de las esencias de la comedia fundamentada en el gesto de un cómico: evocar, con un gesto, una paradoja, una imposibilidad, una contradicción. La anatomía de Dwayne Johnson, a primera vista, no parece diseñada para la comedia y no entra en las intenciones de este crítico equiparar la flexibilidad del cuerpo charlotesco con la del coloso de ascendencia samoana, pero, en Un espía y medio, The Rock hace algo realmente notable: evocar a través de su cuerpo musculado la fragilidad y la indefensión afectiva de una ex víctima de hiperbólico acoso escolar. Ocurre en la secuencia en que su personaje se reencuentra, en un bar, con un viejo compañero de estudios –el más popular de la clase, convertido en fracasado adulto y encarnado por el siempre enérgico Kevin Hart- y la acumulación de detalles gestuales incisivos conforma el mayor logro del actor en ese registro genérico: palpitación del pasado traumático, incapacidad de mantener las distancias con su interlocutor, abrazos, desvalimiento en la mirada…
UN ESPÍA Y MEDIO
Dirección: Rawson Marshall Thurber.
Intérpretes: Kevin Hart, Dwayne Johnson, Amy Ryan, Jason Bateman.
Género: comedia. Estados Unidos, 2016
Duración: 107 minutos.
Dirigida por un Rawson Marshall Thurber que no ha vuelto a firmar una comedia tan eficaz como Cuestión de pelotas (2004), Un policía y medio acaba abonándose a los registros más previsibles de la comedia de acción. Con secuencias de acción más funcionales que certeras y rutinaria mecánica de buddy movie.