Muere el escritor Maurice G. Dantec, ‘enfant terrible’ de la ciencia ficción
Fallecido a los 57 años, era el autor de 'Babylon Babies', adaptada al cine por Mathieu Kassovitz
El escritor Maurice G. Dantec, figura destacada de la ciencia ficción en francés, falleció el pasado sábado de un paro cardiaco en Montreal, donde vivía desde finales de los noventa. El autor, de 57 años, esbozó un universo situado entre la novela negra y la ciencia ficción, en una obra marcada por una escritura eléctrica y próxima a la estética cyberpunk, repleta de mutaciones genéticas y conflictos bélicos, y teñida de las preocupaciones políticas y filosóficas del tiempo que le tocó vivir.
Dantec fue un hombre delgado y de aire algo torturado, escondido siempre detrás de unas gafas oscuras y enfundado en una chupa de cuero. Nació en Grenoble en 1959, en el seno de una familia comunista de origen bretón, que luego se mudó a Ivry-sur-Seine, en el cinturón rojo de París. Durante su juventud, Dantec se apasionó por autores como Céline y Dostoievksi, pero también por nombres surgidos de la ciencia ficción, como Philip K. Dick y J. G. Ballard, que ejercieron una influencia fundamental en su obra. A finales de los setenta, Dantec fundó grupos de rock como État d’Urgence y Artefact, que no obtuvieron demasiado éxito. Más tarde, colaboraría con el músico experimental Richard Pinhas, uno de los padres de la electrónica francesa, para el que recitó textos de Gilles Deleuze.
Dantec trabajó en la publicidad y el marketing telefónico durante años, hasta que los abandonó para dedicarse exclusivamente a escribir. Debutó en 1993 con La sirène rouge, el viaje de un militante antitotalitario y una niña superdotada por Europa, que fue publicado por la prestigiosa Serie Negra de Gallimard. Volvió a triunfar con Les racines du mal, protagonizada por un serial killer paranoico, convencido de que los nazis y los alienígenas habían invadido la tierra. Babylon Babies, publicada en 1999 y adaptada al cine por Mathieu Kassovitz, fue otra de sus novelas más exitosas. Su último libro fue Les residents, crónica de un road trip, editada en 2014. Antes de su muerte, ultimaba una novela sobre la invención del revólver en Estados Unidos.
Dantec vivía en Quebec desde 1998 y tenía la nacionalidad canadiense. Solía preferir que se le identificara como “un escritor norteamericano de expresión francesa” y no como francés, tal vez porque el viejo continente no le gustaba en absoluto. “Europa me ha asqueado completa y definitivamente. Busco una utopía política. En Europa ya no hay futuro”, dijo a la revista Les Inrockuptibles en 1999. Otra de sus principales aficiones consistió en oponerse a la corrección política siempre que la ocasión se presentaba. Pese a sus inicios en la contracultura, terminó convertido en portavoz reaccionario. Se consideraba católico y también monárquico, un auténtico exotismo en la Francia republicana. Apoyó públicamente al Bloque Identitario, movimiento tradicionalista y de extrema derecha, y defendió la restitución de la pena de muerte. También se mostró favorable a la acción de George W. Bush durante su mandato. “Me divierte ver cómo mis libros siembran el pánico entre le neoburguesía de izquierdas”, sostuvo en 2003. Dantec creía en la existencia de un imparable choque de civilizaciones y se mostró crítico con “la islamización” de la sociedad francesa, en la que vislumbró “una guerra civil latente”, como escribió en 2007.
Dantec fue una personalidad inclasificable dentro de la literatura francófona. Puede que el único parentesco posible lo una a Michel Houellebecq, por quien dijo sentir afinidad. “Es lo mejor que le ha pasado a la literatura francesa desde hace tiempo. Houellebecq juega en el terreno del nihilismo de Schopenhauer. Yo estoy del lado de Nietzsche. Nos parecemos en que los dos decimos que el mundo es un inmenso generador de sufrimiento”, declaró en una entrevista a Le Figaro.
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