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CRÍTICA | RUMBOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pegajosa sentimentalidad

La directora no había preparado a nadie para este recital de afectación que se abona al tronado modelo de vidas cruzadas con accidente aglutinador

Pilar López de Ayala y Miki Esparbé, en 'Rumbos'.
Pilar López de Ayala y Miki Esparbé, en 'Rumbos'.

La sentimentalidad, como casi todo en esta vida, puede materializarse en distintas calidades: no es lo mismo la del culebrón que la del melodrama, la de una rutinaria balada pop que la de una desgarradora canción italiana de la edad de oro. Hay sentimentalidades de fotonovela, de prensa rosa… y, también, de consultorio radiofónico de madrugada. La que se manifiesta en este último contexto suele ser un tanto pegajosa y muchas veces perturbadora, como un abismo de soledades que se abre, atrayente como una flor venenosa, en el centro de la noche. En un consultorio radiofónico de madrugada puede encontrarse auténtico e imponente temblor, pero, quizá con mayor profusión, un suministro interminable de material para el kitsch. En Rumbos, segundo largometraje de Manuela Burló Moreno, un consultorio sentimental sirve de hilo conductor a una red de historias entrecruzadas en la noche urbana: la locutora, una reconocible Julia Otero, utiliza el término “náufragos” para referirse a sus radioyentes. Si alguien ha pensado automáticamente en el kitsch, ha acertado. Si alguien ha creído que la cineasta mantiene una cierta distancia irónica con ese kitsch, se equivoca. Todo parece obedecer a un error de cálculo, como si Manuela Burló hubiese encontrado en un cenicero repleto de colillas tras una noche en vela algo así como el tótem de toda la tristeza del mundo.

RUMBOS

Dirección: Manuela Burló Moreno.

Intérpretes: Karra Elejalde, Pilar López de Ayala, Carmen Machi, Fernando Albizu.

Género: drama. España, 2016

Duración: 93 minutos.

Con una muy personal obra como cortometrajista y una ópera prima –Cómo sobrevivir a una despedida- que un amplio sector de la crítica rechazó pero que dialogaba con desparpajo y conocimiento de causa con sus modelos, Burló Moreno no había preparado a nadie para este recital de afectación que se abona al tronado modelo de vidas cruzadas con accidente aglutinador. Los actores brillan, pero como motores a reacción embutidos en un utilitario de segunda mano y condenados a recorrer tópicos.

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