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Muere Tunga, uno de los mayores exponentes del arte brasileño

El fallecimiento del artista supone la pérdida de uno de los creadores más personales de Latinoamérica

Tunga posa delante de una obra suya en 2015.
Tunga posa delante de una obra suya en 2015.GUILLAUME SOUVANT (AFP)

Un seductor, un pionero, un alquimista, un soñador, un místico, un excéntrico. Con el fallecimiento de Antônio José de Barros de Carvalho, más conocido como Tunga, Brasil pierde a uno de los mayores exponentes del arte nacional, si es que se puede adjetivar su legado por cuestiones geográficas.

Tunga nació en Palmares, Pernambuco, en 1952, aunque desarrolló toda su carrera en Río de Janeiro. Hijo de un poeta, Gerardo de Mello Mourao, y de una modelo, Lea de Barros, una fusión que profetiza el carácter metafórico y erótico de su trabajo artístico. Tunga se formó como arquitecto y urbanista, pero desde joven sintió predilección por la libertad creativa del mundo del arte. Con sólo 22 años, el Museo de Arte Moderno de Río acogió su primera muestra individual, titulada Museo de Masturbación Infantil (1974). Desde entonces, el sexo y el juego aparecerán como componentes de sus creaciones, que podían tener forma de escultura, vídeo, objeto, cerámica, performance, dibujo e instalación. Los materiales con los que trabajaba eran igualmente diversos; desde calaveras, dientes o pelo, hasta sustancias químicas, tela y cuerdas, o herramientas de laboratorio.

Tunga creó un universo propio a través de obras en las que se cruzaba el componente surrealista con la vida cotidiana, como en Semeando sereias (1987), acción en la que dialoga con una copia de su cabeza decapitada frente al mar. También llevó la performance a sus últimas consecuencias, generó una gramática propia y una manera de interactuar con el contexto diferente, abriendo un nuevo espacio para la práctica del arte de acción en Brasil. La mayor parte de su creación no está compuesta por objetos, sino por sensaciones y experiencias.

Ese carácter excéntrico que cultivó durante toda su carrera no fue incompatible con la proximidad al espectador y al estudiante de arte. Su capacidad de oratoria y su discurso cautivante ayudaron al visitante a adentrarse en ese mundo de sueños que tejía a través de lo mágico, lo sugerente y lo estimulante. Incluso en aquellas propuestas de mayor carga erótica (muchas de sus performances eran interpretadas por actrices y modelos, que siempre le acompañaban), la atmósfera en la que lograba envolver sus trabajos los convertía en inocentes juegos infantiles.

 Esa inclinación hacía lo lúdico le llevó a proponer al empresario Bernardo Paz, a principios de los 80, un parque de diversión de las artes, en la que se conjugara la idea de museo con la de parque infantil. El Centro de Arte Contemporáneo Inhotim, en Brumadinho, una de las grandes infraestructuras culturales del país, se hizo realidad, albergando obras públicas e instalaciones de gran formato.

Tunga fue el primer artista brasileño en abrir espacios en el exterior hasta entonces impensables para la creación brasileña. Desde sus participaciones en bienales, como la de Venecia (1995), La Habana (1994) o la dOCUMENTA de Kassel (1997), hasta la instalación monumental A la lumiere des deux mondes, con la que se erigió como el primer artista contemporáneo del mundo en exponer en el Museo del Louvre, en el 2006.

En 1981 concibió la obra Ão. La grabación en vídeo de un túnel circular que es recorrido en bucle, con la canción Night and Day cantada por Frank Sinatra de fondo. Quizás, una alegoría de la vida. O puede que lo fuera de la muerte. Antônio José de Barros de Carvalho abandona este mundo a los 64 años de edad, víctima de un cáncer. Pero el universo Tunga, permanece.

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