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The Jayhawks, reencuentro y flechazo

El nuevo disco de la banda recibe un 8'5 sobre 10. Christophe y Gregory Porter también sacan nuevo álbum. Conoce las críticas

EL DISCO DE LA SEMANA: The Jayhawks - Paging Mr. Proust

Pocos grupos estadounidenses han tenido una existencia tan azarosa como The Jayhawks. Pero casi ninguno puede superar su carácter decisivo en la definición de un nuevo sonido para el rock de raíz.

La banda se articuló en los 90 en torno a la bicefalia entre Mark Olson y Gary Louris, antes de que los egos y rencillas hicieran saltar la alianza por los aires. Con Olson fuera de la foto, Louris lideró la tripulación durante tres nuevos discos, de los que Rainy Day Music (2003) ejercía como epílogo hermosísimo. La breve reconciliación entre Olson y Louris (Mockingbird Time, 2011) se demostró estéril y profundamente incómoda: allí no había rastro de química pretérita, sino un estricto reparto de cuotas.

Artista: The Jayhawks

Disco: Paging Mr. Proust

Sello: Sham / Everlasting

Calificación: 8,5 sobre 10.

El segundo y, acaso, definitivo portazo de Mark ha dejado manos libres a Gary para reconducir la accidentada trayectoria de The Jayhawks. Y la noticia es la mejor de las posibles porque Louris encarna a un artista mucho más versátil, imaginativo y talentoso que su antiguo socio. El jefe de filas se ha llevado a sus chicos de Minneapolis a Portland para encontrar en esa fantástica Arcadia posmoderna nuevos ingredientes a la impoluta fórmula clásica. Y la apuesta se traduce en una expansión magnífica: The Jayhawks revalidan sus melodías adictivas y armonías prístinas, pero demuestran una veta experimental y una capacidad de afilar las guitarras insospechadas.

El primer sencillo, Quiet Corners & Empty Spaces, es motivo de enamoramiento instantáneo con Louris y su voz aguda, frágil, expresiva. El reencuentro y el flechazo se repiten al menos con Lovers of the Sun, The Devil is in her Eyes o la elocuente Leaving the Monsters Behind. No existen antecedentes para la fiereza enrabietada de Lost the Summer o los juguetones ritmos robóticos de Comeback Kids. Y mucho Ace, seis minutos de éxtasis.

Influye que la producción la rubrique Peter Buck y también comparezca otro miembro de REM, Mike Mills. La colección es tan irrefutable que solo no acaban de convencer la fría portada y su horrenda tipografía. Que todos los problemas sean esos. Fernando Neira

Gregory Porter - Take Me To The Alley

Tras los devaneos bailables que brindaron sus colaboraciones con Disclosure o la remezcla que Daptone hizo de su tema Liquid Spirit, Gregory Porter vuelve por sus fueros al terreno en el que mejor se desenvuelve, ese amable cruce entre jazz, soul y gospel, con el derroche de intensidad siempre atado bien corto en aras de la sutileza. Llama la atención, de primeras, que sea precisamente una versión desnuda de Holding On (el tema incluido en Caracal, el álbum del año pasado de los hermanos Lawrence) el tema que descorche los argumentos de su cuarto álbum, pero él mismo ya confesaba hace algo menos de un año que la canción en origen nació así, solo al piano. Y lo cierto es que deslumbra más que la original de Disclosure, porque aunque se intuye el esqueleto que cimentaba su crédito para convertirse en un himno house, el poderío vocal de Porter se libera de corsés y suena más desenvuelto y rotundo. El buen tono se mantiene con Don't Lose Your Steam, un tema que pese a ese barniz de jazz licuado, amable y algo edulcorado que tanto se estila -santo y seña de ese satén de alta cultura que tanta respetabilidad adulta inspiran esta clase de trabajos- revela en sus primeras estrofas cierto hervor del soul de la escuela Muscle Shoals, prolongado en un puente hacia el estribillo que recuerda a las mejores composiciones de Curtis Mayfield en los 70.

Artista: Gregory Porter

Disco: Take Me To The Alley

Productora: Blue Note/Universal

Calificación: 6,5 sobre 10.

No obstante, el álbum va perdiendo fuelle y coloración a medida que Porter se explaya en baladas académicamente irreprochables, de envoltorio seductor pero irremediablemente convencional. Máxime cuando se ve en la obligación de rendir honores a su santa familia, esa querencia tan delicada por lo que tiene de coqueteo con altos niveles de azúcar. Es el caso de Day Dream,dedicada a su hijo y rematada por un saxo tenor. O de la meliflua More Than a Woman, sentida oda a su madre. Ambas detentan un molde similar al de Take Me To The Alley, Don't Be a Fool -dueto vocal con Alicia Olatuja- o Consequence of Love, serenatas de aliento romántico, aunque esta última apele al estilo patentado por Ray Charles. Por contra, In Fashion es grácil y dinámica, con sus brotes de scat y ese aire al Me & Miss Jones de Billy Paul. Quizá el gran hándicap de este álbum respecto a su predecesor -y ganador del Grammy a mejor álbum de jazz vocal en 2014- sea, más que la ausencia de sorpresas (que nadie va a demandarle: su equipo es prácticamente el mismo, con Kamau Kenyatta a la producción), una secuenciación que le resta empaque. Porque detentan mucho más vigor las viñetas de comentario sociopolítico, arrinconadas al final de su minutaje, como el hard bop de Fan The Flames -soflama en favor de los damnificados por la rampante desigualdad social- o el contagioso groove que destila French African Queen, con un nervioso solo de saxo apuntalando un relato inspirado en la diáspora panafricana.

Porter sigue siendo, sin duda, un portentoso vocalista al servicio de composiciones con marchamo de standards, pero se echa en falta que su vozarrón de vez en cuando abrase y no se limite a caldear. Take Me To The Alley no socavará prejuicios, ni allanará terreno alguno para que su música incurra en nuevas prospecciones, ni derribará barreras genéricas. Pero convencerá a los ya conversos a su terso y pulido discurso. Carlos Pérez de Ziriza

Christophe - Les vestigues du Chaos

Artista: Christophe

Disco: Les vestiges du Chaos

Sello: Capitol/ Universal Music

Calificación: 8 sobre 10.

Hace 50 años la voz de Christophe triunfaba en las radios —también en las españolas— con una balada romántica y desesperada, Aline, que flotaba victoriosamente sobre las canciones de amor de la época. 50 años después el intérprete ha perdido aquella urgencia juvenil y sentimental en beneficio de los placeres de esa edad que última el tercer acto de una vida cruzada por los excesos y la pasión musical. Último dandi de ese lado más vidrioso y en claroscuro de la canción francesa —muertos Gainsbourg, Bashung y Darc— la voz de Christophe renace poderosa entre los vestigios de ese caos íntimo germen de toda creación y en este caso, en la realización de un álbum envuelto de una extraña belleza, esa gracia concedida que acaba haciendo de algunos discos una obra fuera del tiempo y de las modas. Para su álbum número 13, viejos camaradas, Jean-Michel Jarre, Boris Bergman, Alan Vega y hasta la voz de la actriz Anna Mouglalis, que toma el relevo de Isabella Rosselini e isabelle Adjani. Bellas e hipnóticas atmósferas electrónicas, melodías pop, rock, renacen en la voz de un artista que a los 71 años sigue manifestando su insumisión como ejercicio de estilo. Carles Gámez.

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