Arco da el salto internacional y abre en Portugal
Creadores africanos y jóvenes destacan en la primera experiencia de la feria madrileña fuera de sus fronteras
Con su icónico pelo granate, como una becaria meritoria, Juana de Aizpuru surpervisaba al detalle sus metros cuadrados de arte. Faltaban un par de horas para que se abriera la primera edición de Arco Lisboa y allí estaba la galerista, como hace 34 años inauguraba en el primer Arco madrileño. Por primera vez, Arco ha salido de sus fronteras españolas y, con la feria, Juana de Aizpuru.
“Es un modelo diferente, más pequeño, más concentrado, jugando con un artista destacado por galería, poniendo en valor lo que se expone”, explica Carlos Urroz, director de Arco, horas antes de la apertura de la muestra, en la tarde del miércoles. El escenario también es diferente, la vieja fábrica nacional de cordonería, una nave larga y estrecha con gruesos muros de piedra y ventanas enrejadas, mirando al inmenso Tajo. Dentro, 45 galerías muestran obras del siglo XX y XXI.
Urroz insiste en destacar que no es una reproducción de la muestra de Madrid. “Es una feria que aprovecha la experiencia que tenemos en este campo y el interés de los galeristas portugueses que desde el primer año estuvieron en la feria madrileña”.
No hay país ni artista invitado, “tampoco hemos querido primar una técnica sobre otra, la escultura o el papel sobre otras expresiones. es una feria muy inclusiva, diversa y diferente a la española”, añade el director.
Aizpuru se presenta con dos inmensos Cabrita Reis, creador que también presenta la galería local João Esteves de Oliveira. Esta galería especializada en papeles completa su stand con obras de Pedro Croft Júlio Pomar, Alvaro Siza, Sónia Delaunay o Almada Negreiros, en un apretado vademecum del arte portugués; al lado Leandro Navarro expone sus infalibles uruguayos Joaquín Torres-García. Es el fondo de la nave, lo más antiguo del arte contemporáneo. Hasta el otro lado, hay una declinación de artistas más jóvenes, aunque no por ello menos consagrados, como los tapices de Joana Vasconcelos, que presenta la galería local Horrach Moya. En el río, el barco Trafaria, que pasea a los invitados vips, ha sido remodelado por la artista portuguesa con corcho por dentro y azulejería por fuera, al modo más kitch nacional.
La galería brasileña Strina apuesta por el arte conceptual del colombiano Nicolás Paris, una de las sorpresas de la feria. Su arte se conforma de proyectos que se definen por imágenes y actividades que incentivan la reflexión y la interactividad. Quadro Azul, galería lisboeta, destaca al escultor Francisco Tropa, que ya representó a Portugal en la bienal de Venezia de hace cinco años. Tropa, en una tendencia creciente, trabaja con la fotografía y las películas para tratar el cuerpo, la muerte o la naturaleza.
Es una feria muy inclusiva, diversa y diferente a la española
Filomena Santos, aunque tiene un buen fondo de fotografías de la portuguesa Helena Almeida, apuesta aquí apuesta por el angoleño Kia Henda, bajo el mecenazgo de Sindika Dokolo, y por la mozambiqueña Ángela Ferreira, aunque ambos son ciudadanos del mundo lusófono.
Entre las galerías que han apostado por nuevas interpretaciones, destaca la Miguel Nabinho, que presenta a Ana Jotta y a Salomé Lamas, una de las artistas más jovenes de la feria.
Si hay algo en común entre las generaciones jóvenes es que no tienen nada en común más que su pasajera juventud. Los materiales que usan son de lo más diversos, y en franca minoría el óleo, como si la geografía del marco y la bidimensión se les quedaran cortas. Hay mucho obra híbrida levantada con varios materiales y, a veces, inmateriales, como iluminaciones o imágenes en movimiento, y un aprovechamiento de la stres dimensiones.
Salomé Lamas ya ha participado en el MoMa de Nueva York y en el Guggenheim bilbaíno, casi siempre con productos fílmicos, ahora acaba de llegar de Indonesia donde ha filmado a las tribus dayaks del Borneo.
Pero no es una feria local, que tampoco era el objetivo de la organización; por eso sus comisarios han elegido galerías con artistas internacionales, como es el caso de la Baginski que presenta al colombiano Filipe Arturo.
Vera Cortés presenta una colección colectiva de André Romão, con su obra basado en textos, y por lo cual su herramienta principal es un ordenador portátil. Los textos de la vieja máquina de escribir también tienen una presencia más importante que en la vida real, su estética tipográfica crea collages que las nuevas máquinas no saben hacer.
El presupuesto de Arco es de un millón de euros y atrae a un centenar de coleccionistas y profesionales del arte contemporáneo. Ha contado con el apoyo del Minsiterio de Cultura de Portugal, así como del ayuntamiento de Lisboa. Durante los cuatro días de la feria, discurre un programa paralelo de conferencias y de debates, además de visitas guidas para profesionales por los más importantes museos y colecciones privadas.
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