“Cuanto más miras los cuadros del Bosco más se agranda el enigma del arte”
El laureado escritor holandés traza su propia ruta bosquiana en el aniversario de la muerte del pintor
Tres de los cuatro magníficos de la pintura señalados por el escritor holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933), que se declara poeta de vocación y viajero por impulso vital, son compatriotas suyos: Vermeer, Rembrandt y El Bosco. El otro grande es Velázquez, y para todos ellos tiene un adjetivo. Vermeer le parece “lo máximo, casi un místico”. Rembrandt y Velázquez “son comparables en su grandeza”. En cuanto al Bosco, “debió de ser increíble incluso en su tiempo”, dice, acomodado en un sillón de su casa de Ámsterdam: un hermoso edificio del siglo XVIII, situado junto a los canales que atraviesan el corazón de la ciudad. Es el lugar al que siempre vuelve, aunque reside gran parte del año en Menorca, y donde guarda miles de libros. En una biblioteca casi habitable, él sabe encontrar el volumen buscado, “aunque siempre está arriba o abajo, y hay que subir y bajar escaleras sin parar”. Está recién llegado de Amberes junto a su mujer, la fotógrafa Simone Sassen, que ha ilustrado buena parte de su obra, antes estuvieron en Perú y Colombia. Fue un largo periplo del que descansará apenas, porque en las próximas semanas le esperan Alemania e Italia.
A los 83 años, y con los premios literarios más importantes de su lengua en el equipaje, su agenda está repleta. En 2015, sin embargo, le “sorprendió agradablemente” la petición del museo del Prado para repasar la obra de Hieronymus Bosch. Teniendo en cuenta que contempló por primera vez El carro de Heno en la pinacoteca, a los 21 años, seis décadas después, su colaboración enriquecería la actual muestra conmemorativa del 500 aniversario de la muerte del artista. La propuesta incluía la filmación de un documental, pero las preguntas que se hacía el autor sobre el efecto del paso del tiempo en su forma de mirar “el mismo material, madera y pintura”, requerían ampliar el foco. Necesitaba el ojo del viajero, así que aceptó la invitación del museo, y antes de grabar en Madrid, se lanzó en busca del maestro que encarna la transición de la Edad Media al Renacimiento en un periplo que le llevó a Lisboa, Gante, Róterdam y Den Bosch (Bolduque, en español), su ciudad natal. El resultado es un libro titulado El Bosco, un oscuro presentimiento (editado por Siruela y traducido por Isabel-Clara Lorda Vidal), rebosante de miradas.
Pregunta. ¿Qué vio esta vez en los cuatro países, frente a unos cuadros que han permanecido inmutables durante medio milenio?
Respuesta. Han pasado tantas cosas. Durante el tiempo transcurrido entre ambas visitas he conocido a los surrealistas y a vanguardias de todo tipo. He leído a Freud... Así que estaba más preparado que a los 21 años. Sí, lo ves de otra manera, y aun así, el enigma se mantiene. Como con Las Meninas. El arte tiene enigmas, y El Bosco posee una imaginación extraña. Cuanto más miras los cuadros, más se agranda el enigma.
Si bien no lo menciona, en este tiempo también ha viajado a más de 40 países, ha contado la invasión rusa de Hungría de 1956, las revueltas galas de Mayo de 1968 y la caída del Muro de Berlín en 1989. Sus libros se han traducido a unas 30 lenguas, ha recibido premios internacionales y los más importantes de su país. Incluido el de las Letras Neerlandesas, equivalente al Cervantes.
Pregunta. Si El Bosco era católico, y el misterio es el centro del cristianismo, el enigma del que habla es de otra índole.
Respuesta. En los capiteles de las iglesias románicas también hay pecados y horrores. Y se puede visitar un monasterio sin creencias. En Japón he visto muchas cosas que no comprendo. Hay que leer mucho antes, o bien dejarse llevar. No soy un experto, y el universo del Bosco debió formar parte de alguna manera del idioma de la época y no creo que se sorprendieran tanto como alguien moderno. Ahora sabemos que no hay monstruos y es solo la imaginación. Pero para ellos era más real. En el Retablo de Isenheim, del pintor alemán Matthias Grünewald (1512-1515), figuras terroríficas que parecen sacadas del bestiario de Borges arrastran a San Antonio. A pesar de todo, los extremos a los que llega la mente del Bosco tampoco debieron resultar completamente normales en su momento. Él pertenecía a la élite de la ciudad de Den Bosch, era miembro de la Ilustre Hermandad de Nuestra Señora y pintaba para la Iglesia. Es decir, estaba protegido. Pero la hermandad, que todavía existe, organizaba comidas. ¿Nunca se preguntaron por la ingente cantidad de desnudos de sus tablas? Había una secta curiosa, los adamitas, que alentaban la desnudez y dormían juntos sin tocarse.
'El Bosco. Un oscuro presentimiento'
El libro de Cees Nooteboom está editado por Siruela (2016) con traducción del neerlandés de Isabel-Clara Lorda Vidal.
En 2015, sin embargo, el museo del Prado le hizo la petición de repasar la obra de Hieronymus Bosch. La propuesta incluía la filmación de un documental, pero las preguntas que se hacía el autor sobre el efecto del paso del tiempo en su forma de mirar “el mismo material, madera y pintura”, requerían ampliar el foco. Necesitaba el ojo del viajero, así que aceptó la invitación del museo, y antes de grabar en Madrid, se lanzó en busca del maestro que encarna la transición de la Edad Media al Renacimiento en un periplo que le llevó a Lisboa, Gante, Róterdam y Den Bosch (Bolduque, en español), su ciudad natal. El resultado es este libro.
P. ¿Fue acaso El Bosco un adamita, la doctrina herética que proponía un retorno al Edén a través del nudismo?
R. No lo sé. Por otra parte, hay mucho más que desnudos. Si miras el panel izquierdo de El jardín de las delicias, más que el movimiento de los cuerpos del centro, llama la atención la presencia del rostro de Cristo. Es el Paraíso terrenal con Adán y Eva, pero el que aparece como Dios Creador es su hijo, Jesucristo. Y entonces vuelves a los enigmas. ¿Es que Dios, padre e hijo, lo eran desde siempre? ¿O había que esperar a que naciera el segundo? Yo he sido educado por monjes franciscanos y agustinos y nos enseñaron que Cristo murió por nuestros pecados. ¿Y si el Bosco tenía una visión sombría del mundo y pensó que no había servido de nada? ¿O fue Cristo el que lo hizo? Entras en una rueda psicológica que te lleva a interpretar el cuadro una y otra vez.
P. ¿Qué debía ver en el cuadro Felipe II, que lo tenía colgado en sus aposentos?
R. Según Gregorio Marañón, Felipe II era un puritano obligado a regir el mundo. Tal vez El Jardín de las Delicias liberaba su alma, porque no le pareció herético. En mi país nos han enseñado que Felipe II y el duque de Alba eran sangrientos. Es lógico, hubo una guerra que duró 80 años”.
P. ¿Cuál es la relación de sus compatriotas con el pintor?
R. El duque de Alba confiscó los cuadros más importantes y luego los compró Felipe II. No olvide que Holanda no existía en 1568 como la conocemos hoy, y El Bosco vivía en el Ducado de Brabante. Yo no lo estudié en el colegio, y me he permitido una broma. Sin ánimo de ofender al Prado, digo que son nuestros Frisos del Partenón. Solo que Holanda no hace como Grecia con Londres, y no los reclama. Luego están las coincidencias. Jacobo Siruela, fundador de mi editorial, es hijo de la duquesa de Alba. En España reina Felipe VI, y en Holanda, Guillermo Alejandro, descendiente del Guillermo de Orange-Nassau que se levantó contra Felipe II. A pesar de que han pasado 500 años, hay una continuidad sorprendente en todo ello.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.