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Luis Sepúlveda, el hombre que convirtió la lealtad en fábula

El escritor chileno publica 'Historia de un perro llamado Leal', un relato en el que reivindica los derechos del pueblo mapuche

El escritor y cineasta chileno Luis Sepúlveda, en Madrid.
El escritor y cineasta chileno Luis Sepúlveda, en Madrid. Luis Sevillano
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Semanas después del terremoto de Chile de 2010, Luis Sepúlveda (Chile,1949), se topó con la inspiración para escribir la historia sobre la que construye su último libro, que acaba de publicar. Ocurrió durante unas jornadas en las que participaba con el fin de recaudar fondos para la reconstrucción de una escuela mapuche. En la puerta del centro se cruzó con un niño que lloraba desconsolado. “Las autoridades le habían quitado a su perro. Pensaban que, como se trataba de un animal de raza, un pastor alemán, el pequeño lo había robado”. El crío era un mapuche, lo que lo convertía por sistema en poco más que un delincuente. Así recuerda el escritor y cineasta el episodio que inspira Historia de un perro llamado Leal (Tusquets), la fábula novelada que el autor de Un viejo que leía novelas de amor ha presentado recientemente en España.

Chocarse con esta historia le allanó el camino para saldar una deuda que tenía consigo mismo desde hace décadas. Lo cuenta en el prólogo de Historia de un perro llamado Leal, siempre había querido escribir sobre los mapuches. "Necesitaba reivindicarlos. En Chile se los ha relegado siempre, desde que el país se independizó del Imperio español en el siglo XIX". Denuncia el escritor que "la situación no ha cambiado prácticamente nada". Él mismo es descendiente de este grupo étnico amerindio que habita mayoritariamente en el sur del país iberoamericano. Según cuenta, no solo se ven ninguneados por las autoridades. "También los propios chilenos son, en general, tremendamente racistas con los pueblos originarios”.

En Historia de un perro llamado Leal por fin ha logrado su deseo. De ello se encarga Leal, protagonista del libro, no así de su destino. El animal pone los ojos y la voz a la historia, narra las distintas etapas de su vida y las describe como si fuera humano. Desde que, siendo un cachorro, vivía en la Araucanía, la tierra de los mapuches, al cuidado de un niño indígena. Es la relación entre el perro y el pequeño, subraya Sepúlveda, lo que convierte a la fábula, por encima de otras cosas, en un relato sobre la lealtad. Con un carácter especial. "Humanizar a un animal consigue que te distancies del propio comportamiento humano. Al leerlo desde fuera se aprecia verdaderamente la esencia del hombre”.

Leal, igual que el autor, que tuvo que exiliarse tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet, no olvida sus orígenes. Ni siquiera cuando lo apartan del lado de su amigo y lo arrastran lejos de su hogar. Años después, el perro siente nostalgia y añora lo que perdió, mientras vive una existencia triste a las órdenes sus nuevos amos adultos.

En ese contexto, el escritor impregna la fábula de otra de las señas de identidad de su literatura. Transmite un inconmensurable amor por la naturaleza, valor al que da una enorme importancia por su concepción de la vida. “Que un niño crezca en comunión con la tierra es indispensable para que se forme como persona. Es lo que lo enseñará a respetar y a vivir en armonía con el mundo”, apoya Sepúlveda. En este mensaje vuelve a incidir. Con más hincapié, al tratarse de una obra juvenil, público al que ya destinó algunos de sus libros anteriores como Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, Historia de Max, Mix y Mex e Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud. Sin olvidarse del resto de sus lectores. “Es una fábula para gente de 8 a 88 años”, bromea el escritor.

Historia de un perro llamado Leal es un relato que concibió para ser contado como un cuento. Rezuma el encanto de la literatura oral, de las historias sencillas y emotivas que impulsan al lector a construir el universo del texto solo con el poder de la imaginación. Es otro de los pequeños homenajes de Luis Sepúlveda a su pasado. “Mis abuelos eran contadores de historias”, rememora. Igual que su tío abuelo mapuche. “Por él fui comprendiendo la tradiciones de este pueblo”, añade. "Yo creo en el carácter oral que tiene la literatura. Y el hecho de escribir es, ni más ni menos, que trasladar al papel ese viejo arte de la oralidad, esa vieja pasión de contar historias".

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