“México y España deben superar al Venancio y al Panchito”
El historiador Carlos Sola presenta el libro 'Historia de las relaciones entre España y México'
La relación entre México y España ha sido, históricamente, tan complicada como un poliedro. Tras más de cinco siglos desde la Conquista, con periodos de separación y otros de acercamiento, los dos países han cambiado el concepto que tienen del otro pero conservan en el fondo una instantánea de la primera impresión que tuvieron al conocerse. Esos imaginarios mutuos aparecen ya difuminados pero persistentes, por lo que un grupo de historiadores celebró los avances de esta relación pero llamó a terminar con ellos de una vez.
"El reto de hoy es despejar los muchos prejuicios y estereotipos, esas fotos fijas de las que habla el libro y que siguen pesando y distorsionando con inciertos falaces e injustos las relaciones de ida y vuelta en diferentes planos. Todo para ponderar lo que nos une y no lo que nos separa", expresó el historiador español Carlos Sola, quien dijo que después de tantos años en México, ya es un "mexicano de origen español".
El académico del Tec de Monterrey presentó el libro Historia de las relaciones entre España y México, 1821- 2014, de sus colegas Agustín Sánchez Andrés y Pedro Pérez Herrero, este último señalado por los expertos como "el más grande mexicanista que hay en España". El libro aborda la inconstante pero inevitable relación entre México y su conquistador, a partir de que se independizó de la Corona española y hasta la actualidad.
En la presentación, el autor y los especialistas que lo presentaron coincidieron en que la relación entre ambos países se encuentra en su mejor momento, como lo dice el mismo libro en el prólogo de Roberta Lajous (embajadora de México en España), pero también en que todavía hay factores que entorpecen su adecuado desarrollo, como la burocracia y esos imaginarios históricos que todavía se traducen en prejuicios.
"Hemos avanzado mucho, estos estereotipos mutuos del Venancio y del Panchito han dado lugar a un conocimiento cada vez mayor. Todavía hay secuelas de esos periodos de divorcio entre ambos países, pero hay una nueva presencia, hay vínculos cada vez más sólidos", comentó Mario Ojeda, doctor en Ciencia Política, maestro en Historia e investigador de la Universidad Nacional.
Ojeda puso como ejemplo de esta nueva era en las relaciones de México y España la delegación de EL PAÍS en México, así como el Mundial de futbol de 2010, en el que España resultó ganador. "El fin de la hispanofobia ocurrió en 2010, cuando cientos de mexicanos salieron a festejar con su camiseta roja el triunfo de la selección española", comentó entre risas.
Durante el siglo XIX y parte del XX, España tuvo una visión paternalista sobre México y por ello se negaba a aceptar que éste fuera un actor responsable de las relaciones internacionales, explica el autor del libro, Agustín Sánchez. Ese intervencionismo español fue más notorio por la injerencia de la embajada española durante la crisis que puso fin al régimen de Francisco I. Madero, lo que reforzó el imaginario negativo español entre la sociedad mexicana, particularmente entre los revolucionarios.
"No se puede hacer una historia de las relaciones entre España y México sin atender a la gravitación sobre todo de lo español en el imaginario mexicano y en el proceso de construcción del Estado- nación liberal en México, y eso la determina en gran medida a partir de la configuración de un imaginario concreto de lo mexicano y lo español", dijo Sánchez Andrés.
Ese imaginario, explica el historiador, se reformuló con la llegada del exilio español a México en la década de 1940, que invirtió los valores: los sectores más hispanófobos de la sociedad mexicana son los que finalmente abrieron sus puertas a la migración española; en tanto que los sectores tradicionalmente hispanófilos, conservadores y afines al catolicismo, contemplaron esta nueva migración española con mucha reticencia, anteponiendo la cuestión ideológica a la cuestión racial.
La globalización, las crisis económicas y los movimientos sociales derivados de éstas son factores que han influido en una identificación entre sectores de las sociedades española y mexicana, particularmente en las izquierdas, que han traspasado los imaginarios típicos entre ambos países con mucha más rapidez que los sectores más conservadores, explica el autor.
A este respecto abundó Ojeda Revah, quien dijo que la Revolución mexicana marcó una nueva etapa de separación entre México y España con la exaltación de todo lo nativo y el rechazo a todo lo que recordara al pasado. Esta etapa, indicó, se cerró con el exilio, al encontrar semejanzas entre los pueblos: España ya era un país de obreros y campesinos, "ya no la España progresista del capataz explotador, sino de los hermanos proletarios".
Finalmente, el investigador subrayó la necesidad de poner fin a trabas burocráticas entre ambos países, principalmente en materia educativa, ya que para un catedrático resulta muy difícil impartir clases en el otro país, mientras los alumnos se topan con obstáculos para validar sus materias o para cumplir con trámites que les imponen las instituciones.
"Son dos países que se deben mutuamente, uno no puede entender España si no es desde México, y de algún modo también hay algo de México que no se puede entender sin España", concluyó Javier Dosil Mancilla, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana, quien también presentó el libro.
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