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CRÍTICA | A FILOSOFÍA NA ALCOVA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Eugénie, desnuda sobre ascuas

La compañía brasileña Pigmaliao recrea el mundo de Sade en una función erótica, con una veta porno crudelísima

Javier Vallejo
'A Filosofia na Alcova'.
'A Filosofia na Alcova'. Guilherme Pedreiro

Una función erótica, con una veta porno crudelísima. Puestos a representar el universo del Marqués de Sade, los virulentos embates del Caballero sobre la virginidad entregada de Eugénie y su cuerpecito desnudo, exausto sobre el diván, la carnalidad de la marioneta aventaja a la del actor, pues aquella, estática e irreal, produce en el público identificación y extrañamiento a la vez. Los títeres minuciosamente tallados y articulados de Pigmaliao Escultura que Mexe, compañía brasileña de Minas Gerais, permiten representar escenas íntimas extremas, sin caer en el naturalismo de los espectáculos pornográficos en vivo.

Lo que sucede en A filosofía na alcova (Filosofía en el tocador), nos conmueve y estremece sin que perdamos la distancia crítica en momento alguno: la excitación de Eugénie, el horror reflejado en el rostro de su madre cuando es violada, el priapismo del hermano de Saint-Ange, todo ello acontece con la intensidad surreal de una pesadilla, reforzada por una sugestiva banda sonora, en la que gemidos en la linde del placer con el dolor se entreveran con un titilar de cadenas.

A FILOSOFÍA NA ALCOVA

Adaptación y dirección de la obra homónima de Sade: Eduardo Felix. Compañía: Pigmaliao Escultura que Mexe. Intérpretes: Mariana Teixeira, Aurora Majnoni, Cora Rufino, E Felix, Igor Godinho, Liz Schrickte. Festival Titirimundi (Segovia), 15 de mayo. Granada. Teatro Alhambra, 20 de mayo.

Los muñecos, son de una plasticidad arcana, y su manipulación no es menos extraordinaria. La compañía acierta lo más, y yerra lo menos: la escena caricatural de la Santísima Trinidad porcina, está de sobra, por el cambio estilístico banalizante que supone. Los titiriteros, que dialogan en momentos mágicos puntuales con las marionetas, no deberían de romper ese código interpretativo, como hacen al final, cuando irrumpen en la acción piernas al aire, cual un personaje más. Reparos aparte, el espectáculo es de los que dejan huella.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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