“Antes no filmaba sexo por miedo y por pereza”
El director francés Alain Guiraudie compite por la Palma de Oro con ‘Rester vertical’, su reválida tras el éxito de ‘El desconocido del lago’
Alain Guiraudie se convirtió en una de las principales revelaciones del Festival de Cannes de 2013 con El desconocido del lago, thriller erótico protagonizado por bañistas homosexuales en un lago del sur francés, que ganó el premio de la sección Una Cierta Mirada. Ante aquel éxito imprevisible, le preguntaron hasta la saciedad si hubiera preferido que le encontraran un hueco en la competición. “No, me daría miedo”, respondió entonces a la revista Télérama. “Existe tal histeria sobre las películas que compiten por la Palma de Oro que todo se transforma fácilmente en un juego de masacre”. Por suerte o por desgracia, su nueva película, Rester vertical, le ha hecho acceder por fin a esa primera división de cineastas que comptien por la recompensa suprema del séptimo arte. A pocas horas del estreno ante un palco de 2.000 espectadores de reconocida exigencia, Guiraudie se consolaba en una terraza pegada al puerto de Cannes. “Si va mal, pues que vaya mal. Aquí se masacran las películas, pero así es el juego. De todas formas, soy consciente de que un cine como el mío necesita a Cannes”, afirmaba el director, de 51 años y cuatro filmes en su haber. Sin la atención del certamen, su nombre seguiría siendo hoy prácticamente confidencial.
La nueva película de Guiraudie es desconcertante y turbadora como una pesadilla malsana. Está plagada de alegorías con regusto bíblico y de escenas de sexo altamente explícito, en las que aparecen desde miembros en erección y un cunnilingus en primer plano –en un indudable guiño a El origen del mundo, de Gustave Courbet– hasta una inolvidable escena de penetración anal a un anciano, sin precedentes conocidos en la historia del festival (y en la del séptimo arte). A Guiraudie no le preocupa enfrentarse a los tabúes. Más bien es lo que persigue. “En el cine actual, el sexo sigue siendo tratado a través de elipsis. Durante mucho tiempo, yo también evité rodar escenas de sexo, por una mezcla de miedo y pereza. Hasta que un día entendí que, para encontrar nuevas formas de hacer cine, tenía que ir hasta el fondo de mí mismo, a ese lugar donde se encuentran tus propios tabúes”, explica el director. En Rester vertical pasa revista a unos cuantos, desde el abandono materno de un bebé hasta la eutanasia y la gerontofilia. Sin contar con otra escena de una infrecuente carnalidad, en la que filma un parto de principio a fin. “Me interesaba esa mezcla de monstruosidad y belleza”, suscribe.
En Rester vertical, un cineasta con un guion por entregar recorre distintos puntos de la geografía francesa, recolectando encuentros y experiencias por el camino. Por ejemplo, se acuesta con una pastora que vigila a sus ovejas con el rifle en la mano, por miedo a la llegada de un lobo de alta carga metafórica. Con esa ganadera, el protagonista tendrá un bebé al que ella terminará abandonando. También quedará hechizado por un joven misterioso que recuerda al Tadzio de Muerte en Venecia (una lectura de juventud “muy importante” para Guiraudie, aunque la adaptación de Luchino Visconti le parezca “aburrida”). De vez en cuando, también escapará a la ciudad de Brest, en el Finisterre bretón, donde sentirá compasión por un vagabundo que malvive en un pasaje subterráneo, tal vez porque teme acabar compartiendo su misma suerte.
A Guiraudie, la narración clásica y lineal no podría importarle menos. El recorrido dibuja una huida hacia delante y hacia atrás, alternando naturalismo y ensoñaciones diversas, que dejaron a Cannes sediento de claves de lectura. El director dejó libre curso a su imaginación para narrar el viaje de un protagonista que abandona la civilización para reencontrarse con la naturaleza. “Siento esa misma nostalgia por mi infancia en el campo, cuando me metía en el establo para reencontrarme con el calor de las vacas en pleno invierno”, relata Guiraudie, que sigue viviendo en su Aveyron natal, al norte de Toulouse y lejos de la intelectualidad parisiense. “Al protagonista le gusta la idea de abandonar la civilización para jugar a ser pastor. En el fondo es la misma utopía bíblica de siempre, ese mito que ha sobrevivido durante siglos”, explica el director.
Precisamente, en la película abundan los guiños a las sagradas escrituras: el judío errante, Moisés flotando en una cesta en el río, las vestiduras rasgadas, acto de dar la otra mejilla... “Partí de los cuentos de Perrault y los hermanos Grimm, pero terminaron saliendo mis años de catecismo. En ese sentido, los franceses somos iguales que los españoles, aunque aquí el Opus Dei sea menos fuerte y no tengamos las procesiones sevillanas”, sonríe Guiraudie. El protagonista termina su trayecto vital convertido en una especie de profeta del interior rural francés. “No fue premeditado, pero cuando nos pusimos a rodar y miré por el visor de la cámara, me pareció ver a Jesucristo en Palestina. Tuve que cortar algunas tomas en las que se le veía una aureola, porque me parecieron excesivas”, admite. ¿Lo que ha querido insinuar es que toda existencia es un vía crucis? “No, nunca he creído en eso del valle de lágrimas”, desestima Guiraudie. De hecho, sus personajes siguen sus instintos y pulsiones, aunque eso conlleve “perderlo todo”.
Una vez, el diario Libération lo describió como “el más surrealista de los cineastas europeos desde Buñuel y Terry Gilliam, y el más homosexual desde Pasolini y Fassbinder”. A Guiraudie no le gusta que le enclaustren en la categoría del cine queer, ni en ninguna otra. Pero resulta inevitable advertir que, al final de la película, los personajes femeninos han desaparecido del mapa, como ya sucedía en El desconocido del lago. Los hombres se terminan repartiendo todos los papeles, como en una obra teatral isabelina, configurando insólitos matrimonios de conveniencia. ¿Ha querido decir que las mujeres son prescindibles? “No, aunque hoy ya me lo han preguntado dos veces”, reconoce. ¿Le interesan menos las mujeres que los hombres? El director duda unos segundos, antes de concluir: “Puede ser. Los conozco más y mejor”.
Babelia
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