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Glenn Close, el regreso a las tablas de la diva

Londres ovaciona a la actriz estadounidense por su papel de Norma Desmond en el musical 'Sunset Boulevard', que retoma después de dos décadas

Glenn Close, en un momento de la obra.
Glenn Close, en un momento de la obra. Richard Hubert Smith

El público de la English National Ópera recibe con una ovación la entrada en escena de Glenn Close, descendiendo por una lujosa escalinata y transmutada en la diva Norma Demond. Muchos espectadores han acudido por primera vez a este auditorio habitualmente operístico para ver a la estrella de Hollywood, a sus 69 años debutante sobre las tablas de Londres con el mismo papel de una antigua diosa del cine mudo que estrenara hace más de dos décadas en EE UU. Y la misma reacción entusiasta, compartida por la crítica británica, se repite tras la caída de telón.

Close vuelve a hacer suyo el personaje de una diva incapaz de aceptar el ocaso, en una nueva producción del musical que el británico Andrew Lloyd Webber inspiró en el legendario filme de Billy Wilder Sunset Boulevard (1950), con Gloria Swanson como protagonista. Los críticos londinenses, que no suelen rendirse fácilmente ante la mera fama de los intérpretes venidos del otro lado del Atlántico, sí lo han hecho con esta versión en la que la actriz exhibe todo su nervio dramático por encima de los luminosos despliegues característicos del musical.

Ella misma ha confesado que los aspectos técnicos y vocales del papel le preocupan mucho menos que hace 21 años, cuando el estreno de Sunset Boulevard en Broadway y Los Ángeles acabó procurándole un premio Tony de teatro. Lo que ahora prima es explorar “el viaje emocional” de una Norma que fue la reina del cine mudo y que en su madurez sólo vive de la la falsa ilusión de su regreso al cine por la puerta grande, de la mano de su antiguo mentor Cecil B. DeMille. La diva encarnada por Glenn Close es una criatura manipuladora, a veces ridícula, pero sobre todo un animal herido y vulnerable que en su deliririo arrastrará a otros personajes, con consecuencias fatales.

Con más de 40 años de carrera a sus espaldas, seis nominaciones al Oscar, tres Tony y dos Globos de Oro, Glenn Close parecía hasta hace poco resignada a disfrutar sólo de las mieles del teatro y la televisión que el mundo del cine ha venido racaneándole. “Todos los papeles (destinados a actrices que han rebasado la barrera de los 50) se los dan a Meryl Streep”, reconocía en una entrevista a este diario, en pleno éxito de la serie televisiva Damages, que en la década anterior procurara éxito y refugio en la pequeña pantalla a la inolvidable protagonista de Atracción Fatal o Las Amistades Peligrosas.

Su arribada al West End –sólo para 43 representaciones, que concluyen el 7 de mayo- coincide sin embargo con el estreno en cartera de hasta cuatro filmes en los que participa quien fuera uno de los rostros indispensables de la gran pantalla en los ochenta y principios de los noventa. Close vivió un nuevo destello cinematográfico hace cinco años, cuando su interpretración de un mayordomo de la Irlanda del siglo XIX, que en realidad es una mujer disfrazada (Albert Nobbs), le mereció su sexta candidatura a la estatuilla dorada. Una vez más no la ganó, pero le dio nuevas alas en una industria que hoy se toma con filosofía. Por obra del maestro Billy Wilder, la actriz repite en cada velada londinense y con gusto el mantra de Norma Desmond: “Soy grande… es el cine el que se ha vuelto pequeño”.

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