La Bienal Vargas Llosa, puertas adentro
Finalistas y jurados del premio, que se entrega hoy en Lima, comparten en el mismo hotel las horas previas a la ceremonia
La espigada figura de casi dos metros de la novelista dominicana Rita Indiana atraviesa los salones y pasillos del hotel Casa Andina de Miraflores, completamente mojada. Acaba de participar en una sesión fotográfica con Daniel Mordzinski, famoso por sus retratos a escritores, usualmente en las circunstancias más inverosímiles. Para reflejar la importancia del agua en el Caribe y en la novela La mucama de Omicunlé (Periférica), Mordzinski la llevó a la piscina del hotel y le dijo: "Ahora tienes que zambullirte". La finalista de la II Bienal de Novela Mario Vargas Llosa debió flotar boca arriba durante diez minutos, mientras la cámara no paró de disparar.
Un evento como este suele dar pie a las escenas singulares y las historias estrambóticas. La peor de todas debe ser la que vivió el elocuente escritor mexicano Alberto Ruy-Sánchez, quien se quejó con una aeromoza porque la aerolínea que lo traía de México a Lima no permitió subir a 18 pasajeros, aunque tenían boletos, se habían registrado y en cabina quedaban asientos libres. Cuando se lo informaron, el piloto reaccionó con mucha molestia. Ordenó que a Ruy-Sánchez lo bajaran del avión, así hubiera que recurrir a la fuerza. Felizmente, en el mismo vuelo viajaba Ángeles Mastretta, quien de inmediato denunció el abuso en su cuenta de Twitter (tiene más de 30.000 seguidores), y frenó el desalojo.
Estas historias aderezan las sobremesas y los cócteles, y a veces se cuelan en las presentaciones y mesas redondas programadas para la Bienal. Como en la edición de 2014, uno de los temas más comentados es el formato escogido para entregar el premio. Los cinco finalistas recién conocerán el resultado en la ceremonia de clausura en el Teatro Nacional, cuando lo anuncie Darío Villanueva, director de la Real Academia Española y presidente del jurado. Muchos comparan este trance con la entrega del Óscar, con una diferencia: un escritor no está entrenado para ocultar su ansiedad como un actor.
El primero que confesó su nerviosismo fue Carlos Franz. Durante la inauguración de la Bienal, el escritor chileno confesó que la espera se le estaba haciendo eterna, y era poco menos que una crueldad. Aunque mantiene su proverbial buen humor, al autor de Si te vieras con mis ojos (Alfaguara), la tensión de esta semana apenas lo ha dejado dormir.
Renato Cisneros más bien espera con urgencia la llegada de la noche, para conjurar las ideas que le alborotan la cabeza desde que su novela La distancia que nos separa alcanzó la lista corta de finalistas. Con una sonrisa que mezcla la resignación y el buen humor, confiesa: "Cuando despierto estoy seguro de que la ganadora será Rita Indiana. A medida que avanza la mañana me convenzo de que el premio se lo llevará Aguilar-Camín. Al mediodía creo que Juan Gabriel Vásquez es fijo. En la tarde me resigno a aceptar que Carlos Franz será el elegido. Solo cuando me quedo dormido, me atrevo a pensar que puedo ganar".
Cada competidor busca su propia fórmula para combatir la incertidumbre. En la anterior Bienal, el colombiano Juan Gabriel Vásquez y su esposa se deshicieron del nerviosismo y despertaron admiración bailando un merengue con la soltura de dos profesionales, en una fiesta ofrecida por la organización. La experiencia de aquella vez debió servirle como aprendizaje a Vásquez, pues ahora es uno de los que demuestra mayor aplomo.
Pero quien mejor parece dominar su ansiedad, si es que la tiene, es el mexicano Héctor Aguilar-Camín, que se presenta con Adiós a los padres. Como los demás invitados a la Bienal, el más experimentado de los finalistas ha aprovechado su estadía en Lima para saborear la reputada gastronomía peruana. Aguilar-Camín confiesa sentir especial debilidad por el cebiche de pescado, que descubrió en su primera visita al Perú, en la década del setenta. Aquella vez estaba frente al mar, acompañado por una cerveza fría, y fue como una revelación. Desde entonces, cada vez que vuelve repite esa ceremonia.
Tampoco es usual la proximidad que existe entre los finalistas y los jurados que fallarán al ganador. Durante la semana, todos los invitados ocupan el mismo hotel, desayunan juntos, comparten los transportes, coinciden en los cócteles y las conferencias. Aunque unos y otros se manejan con extrema cautela, es imposible que 30 escritores congregados no se entreguen al ejercicio del rumor y la especulación, y cada uno tiene sus teorías y su favorito.
Todas las quinielas quedarán resueltas hoy jueves a las 4:30, hora de Lima. Aunque el anuncio oficial se hará unas horas después, para entonces los cinco jurados (Darío Villanueva, Inger Enkvist, Will H. Corral, Gonzalo Celorio y Alonso Cueto) harán una votación final, levantarán el acta con su veredicto y le estamparán sus firmas. Hasta entonces, lo único que se sabrá de las deliberaciones será lo dicho por Juan Jesús Armas Marcelo, director de la Cátedra Vargas Llosa: que el nivel de las novelas es magnífico, y que el premio de esta II Bienal está "felizmente disputado".
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