Muere Ronit Elkabetz, rostro inolvidable del nuevo cine israelí
A lo largo de su carrera, dirigió una mirada crítica hacia su propia cultura, denunciando sus arcaísmos y contradicciones en las tres películas que firmó
La actriz y realizadora Ronit Elkabetz falleció el pasado lunes a los 51 años, tras perder la batalla con el cáncer que padecía desde hace dos. Se marcha así uno de los rostros más internacionales de ese nuevo cine israelí que despuntó durante la década pasada. A lo largo de su carrera, dirigió una mirada crítica hacia su propia cultura, denunciando sus arcaísmos y contradicciones en las tres películas que firmó. Y se puso al servicio de otros cineastas para interpretar siempre a mujeres fuertes, descastadas e indomables. “Nunca me he sentido atraída por los papeles de mujeres bellas, sino por la dificultad, por la suciedad, lo que pica y lo que sangra”, dijo a Le Monde hace unos años.
Nada destinaba a Elkabetz a hacer carrera en el séptimo arte. Nacida en 1964 en Beerseba, una pequeña ciudad cercana a Gaza, la actriz era hija de un funcionario de correos y una peluquera, llegados a Israel desde Marruecos un año antes de su nacimiento. Su sueño era convertirse en estilista y sus primeros trabajos fueron como modelo. En 1989, tras terminar su servicio militar, decidió pasar una prueba para aparecer en un anuncio publicitario. Al llegar al casting, entendió que se trataba de una película: Le prédestiné, coproducción francesa firmada por Daniel Wachsmann. Pese a su inexperiencia, le concedieron el papel protagonista. “Entendí que, hasta entonces, había sido una vagabunda y que acababa de encontrar mi techo”, explicó a Libération en 2009.
Durante los noventa, su nombre se hizo cada vez más conocido. En 1994, su personaje de médium discapacitada en Sh’Chur la convirtió en un rostro popular en su país. En 1997 rodó Milim a las órdenes del cineasta Amos Gitaï, con quien volvería a trabajar en Alila. Pero, en pleno ascenso a la gloria, decidió dejarlo todo y volver a empezar de cero. Se mudó a Francia, con el sueño de formar parte del Théâtre du Soleil, la reputada compañía experimental de la directora Ariane Mnouchkine. Le pidió una oportunidad, pero terminó lavando los platos. Desde entonces había dividido su tiempo entre Tel Aviv y París, donde más tarde rodaría con autores como André Techiné (La chica del tren), Brigitte Sy (Les mains libres) o Fanny Ardant (Cendres et sang).
En su país, Elkabetz colaboró a menudo con jóvenes cineastas empeñados en renovar el cine israelí y abrirlo a argumentos ajenos al conflicto bélico. Así rodó Or (My treasure), de Keren Yedaya, ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes, en la que interpretaba a una prostituta madre de una adolescente. “Es la actriz y realizadora [israelí] que más ha contado a nivel internacional”, reaccionó Yedaya al enterarse de la muerte de Elkabetz, a la que calificó de “artista total”. En España se hizo popular con La banda nos visita.
Sus tres películas como directora, rodadas junto a su hermano Schlomi, también dejaron huella. To take a wife (2004), 7 days (2007) y Gett: el divorcio de Viviane Amsalem (2014) se inspiraban en que observó en la comunidad sefardí modesta y conservadora en la que creció, apenas representada en el cine israelí, excepto en un puñado de comedias insustanciales. La última entrega de esa trilogía, nominada al Globo de Oro a la mejor película extranjera, abordaba las dificultades de las mujeres israelíes para obtener el divorcio, que sigue siendo ilegal sin acuerdo previo del marido.
En el momento de su muerte, tras haber concluido la serie Trepalium para el canal francoalemán Arte, trabajaba en su próximo proyecto: un drama sobre el último año de la vida de Maria Callas, con la que compartía perfil anguloso y, a partir de ahora, también final prematuro.
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