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Muere el actor Paco Algora a los 67 años

El intéprete fallece debido a un cáncer de pulmón Participó en más de 60 películas para cine y televisión y decenas de espectáculos teatrales

Marcos Ordóñez
El actor Paco Algora.
El actor Paco Algora.ACADEMIA DE CINE

El actor Paco Algora ha fallecido a los 67 años, tal y como ha informado Aisge (la entidad de gestión de derechos de actores y directores de teatro) en su cuenta de Twitter. El intérprete, protagonista de decenas de películas y espectáculos, murió en el hospital de Puerto Real (Cádiz), víctima de un cáncer de pulmón.

Creo que le vi por primera vez en Habla, mudita, de Gutiérrez Aragón. Pasaba como con Landa en Los santos inocentes: si alguien no le conocía, pensaba que era un tipo “auténtico”, un paisano al que habían contratado en el pueblo vecino. Pero no había que dejarse engañar por su “aire rústico”, como escribió un crítico de la época, porque al año siguiente se llevo el premio del CEC (Círculo de Escritores Cinematográficos) a la “Mejor Interpretación Estelar Masculina” por su trabajo en Tocata y fuga de Lolita, donde interpretaba a Nicolás Pérez Lobo, alias Nicolai, un cinéfilo muy obsesivo, muy rojo y muy divertido, una especie de alter ego de su director, Antonio Drove. Aquel debut y aquel premio fueron la rampa de despegue de Paco Algora, que a partir de entonces comenzó a aparecer en un montón de películas, pero no había surgido como una seta en mitad del bosque: llevaba desde el 68 en los Goliardos y en el TEI (Facio, Layton y Plaza, pues, fueron sus mentores) y si eras aficionado al teatro te quedabas en seguida con aquella voz grave y potente, aquel cabezón, aquellos ojos que se clavaban, aquella naturalidad instantánea.

Le vi pocas veces en teatro, la verdad. Unas cuantas veces, como digo, en la “escena independiente” (Oh, papá, pobre papá, de Kopitt, y Lo que os de la gana, aquella versión casi musical de As you like it), y luego, haciendo memoria, a mediados de la década siguiente, en el montaje de Luces de bohemia que dirigió Lluís Pasqual, con quien también había trabajado en aquella Hija del aire protagonizada por Ana Belén. Pero le vi muchas, incontables veces en el cine. Y en televisión, donde encarnó como nadie al fraile bandolero de Curro Jiménez o al cura de Fortunata y Jacinta.

En el cine fue no pocas veces protagonista: el amante de Emma Cohen en ¡Bruja, más que bruja!, la insólita “zarzuela negra” de Fernán Gómez, al que siempre consideró su maestro; el pícaro Rampín en La viuda andaluza, de Betriu, o el mismísimo Don Pablos en El buscón, de Luciano Berriatúa. Yo le recuerdo también en dos de las mejores películas de Aranda: como el inocente Julián en Fanny Pelopaja y Amador en Tiempo de silencio. Y en un buen puñado de películas de Garci, el director con el que más veces trabajó: El abuelo, You’re the One, Historia de un beso, Tiovivo, Luz de domingo, y Sangre de mayo, en 2008, el último largometraje en que participó.

En Wikipedia leo: “En 1984 se apartó del teatro y en 1991 se trasladó a Cádiz, donde se instaló en Vejer de la Frontera”. ¿Dejó de sonar el teléfono, la pesadilla de todo cómico? ¿Le consideraron, quizás, y como tristemente suele suceder, un actor “de otra época”? Difícil saberlo. Lo cierto es que no perdió su pasión. Y que, no lo olvidemos, en 1998 se llevó el Goya por su trabajo en Barrio, de León de Aranoa.

En 2004 escribió y publicó su primera obra teatral, Me llamo Jonás, que al parecer contaba con no pocos elementos autobiográficos, y que le prologó Fernán Gómez. En 2005 participó en el serial televisivo Amar es para siempre. Ese mismo año fue Dedé en la segunda versión de La vida perra de Juanita Narboni, tan maldita como la novela de Ángel Vázquez: la había llevado a la pantalla Javier Aguirre y volvió a hacerlo Farida Benyacid. Me han hablado de su notable trabajo en esa película (y del de su protagonista, Mariola Fuentes), pero no he conseguido verla. En 2009 volvió a las tablas, brevemente, con Koltès voyage, escrita y dirigida por Bruno Boëglin, que se estrenó en Lyon y giró por Francia. En 2010 publicó su segundo texto teatral, Romances de locos, coplas de ciegos. Siguió participando en cortos y dando clases de teatro en Vejer, donde ha fallecido.

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