Chema Prado

Los rumores se hacen firmes. Chema Prado, director de la Filmoteca Española durante 26 años, parece haber decidido adelantar su jubilación y dejar el cargo. Sus desencuentros con el actual ICAA (Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales) se han hecho insostenibles y tras otros anteriores bajo el ministerio de Ángeles González-Sinde, tira finalmente la toalla. A su historial como director hay que añadir otros 14 años más como programador lo que convierte a Chema Prado en historia viva de esta entidad que fue creada en 1953 en condiciones paupérrimas como Filmoteca Nacional, sin sede oficial, ni salas de proyección, ediciones de libros ni apenas personal. Hasta hace poco sus instalaciones se limitaban prácticamente a unos espacios en la extinta Escuela de Cine. Hoy en día su sede en Madrid se encuentra en el Palacio del Marqués de Perales, más el Cine Doré al que han concurrido cineastas de todo el mundo, y la preparación de un laboratorio fotoquímico. La joya de la corona es el impresionante Centro de Conservación y Restauración en la Ciudad de la Imagen que es un modelo en su género.

La labor de Prado y su equipo en la recuperación, investigación y conservación del patrimonio cinematográfico español ha sido reconocida internacionalmente. Hace bien poco recibía el premio Fénix por la contribución a la cultura cinematográfica de Iberoamérica o el nombramiento de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF), entre otras distinciones.

Pero la Filmoteca sigue sin ser un organismo autónomo, como son, por ejemplo, la equivalente Biblioteca Nacional o ciertos museos, lo que conlleva escasa capacidad para decidir, y las constantes restricciones presupuestarias han ido mermando el personal especializado y la edición de libros (varios de la Filmoteca son básicos para el estudio del cine español). Contradicciones evidentes frente a la importancia que la Filmoteca ha venido adquiriendo internacionalmente, sobre todo con el rescate y reparación de viejo material fílmico, imprescindible testimonio de nuestra cultura. Bajo 11 directores generales no siempre coincidentes en sus criterios, a veces bien formados y en otras caprichosos, la rigurosa labor de Prado a lo largo de estos años merece el aplauso. Ojalá no sea mas que un rumor esta voluntaria jubilación anticipada.