El cerebro en fuga de Rodrigo Cortés
El cineasta publica su segundo libro de antiaforismos, ‘Dormir es de patos’
Para saciar sus ramalazos creativos, Rodrigo Cortés (Pazos Hermos, Ourense, 1973) dispara. Y tiene dos maneras de hacerlo: o con el tanque del cine, un arma enorme que hay que mimar para que avance más rápidamente de lo que su volumen deja, que a veces se atasca en el barro, un vehículo del que siempre hay que vigilar hasta sus más pequeñas piezas, por si le dan por descontrolar al resto del armatoste, y que cuando dispara lo hace a lo grande (por eso los aciertos y los errores son más evidentes), o con la metralleta de la literatura, con ráfagas muy rápidas, mucha balacera que permite el avance rápido hacia la toma de la colina del público, y que en manos de Cortés es un arma de ingenio breve (en tamaño) y mortal (en su espléndido resultado). El cineasta de Concursante, Buried (Enterrado) y Luces rojas es autor de dos libros de antiaforismos, todo tipo de delirios y tuits lanzados al vuelo digital: en 2013 publicó A las 3 son las 2, y ahora tiene en las librerías Dormir es de patos (Editorial Delirio). Sentado en una librería madrileña, Cortés prefiere no hablar mucho de sus proyectos de cine: “Por ahora, vuelo bajo el radar. Estoy con distintos proyectos con distintos productores y planteamientos”.
Así que ha venido a hablar de su libro. Lo primero que explica Cortés es que su carrera de escritor no es un divertimento, sino “un complemento”. “De hecho nada es especialmente divertido, por desgracia. Siempre he sido escritor, y lo que ocurre es que desde 2013 publico. He tenido mucho cuidado en desarrollar este faceta, no es un pasatiempo para tiempos vacíos, porque de hecho no he tenido esos días libres”. Ahora bien, duda que vaya a publicar nada antes de volver a rodar. “Necesito estas semanas de mi energía al 100% para lograr la financiación del que sea mi siguiente proyecto”.
"A veces te golpean de repente, camino de Damasco y te tiran del caballo, pero en general intuyes a través de un estímulo el principio activo de algo que es que por ahí hay una pequeña gema. Y arranca el trabajo de picado y pulido"
¿Qué son sus aforismos? ¿Ramalazos creativos que no podrá cuajar en el cine? “No, no. No pongo nada a competir ni a comparar”. ¿Entonces? “Digamos que son… mi cerebro en fuga”. ¿Y por qué sus libros son de tamaño tan pequeño? “Porque así no se nota que lees, no tienes que disculparte ante nadie. Además te lo puedes llevar al cuarto baño… y cuando uno sabe que nunca hará nada redondo le queda el consuelo del cuadrado perfecto”. Cortés ha utilizado uno de sus antiaforismos para la respuesta.
Porque en Dormir es de patos hay todo tipo de sentencias. Al azar salen estas: “Emilio Aragón, hijo de Arathorn”; “Hay que sentar las bases de la derrota y ganar cuando nadie mira”; “Las expectativas, a posteriori”; “Surtidos Cuétara: la ruleta rusa de los pobres”; “Caminante, no hay camino. Y punto”; “La caballerosidad está mal vista en el feminismo y en los campos de minas”; “Lo suyo es desayunar y acostarse. Escuchamos poco al cuerpo”; “El acabose ya ha empezado”; “Cuando el hongo nuclear aún no se había disuelto en Nagasaki, el crítico de cine ya dijo: ‘Mucho mejor Hiroshima”… Y el enorme “Yo me río mucho de mí mismo y de tu puta madre”. Cortés dice que en el fondo busca “dar puñetazo tras puñetazo” hasta la página final. Como escritor, a él le llegan de dos maneras: “A veces te golpean de repente, camino de Damasco y te tiran del caballo, pero en general intuyes a través de un estímulo el principio activo de algo que es que por ahí hay una pequeña gema. Y arranca el trabajo de picado y pulido”. En esa labor logra no repetirse ni repetir a alguien. “Cuando es un chiste sin más o un comentario de actualidad, es sencillo escribir una frase que haya sido dicha por otro. Hace siglos, no había miles de personas en Twitter intentando hacer chistes de nivel. Por eso rehúyo la actualidad, en realidad el humor de actualidad lo considero un oxímoron, tiene poca vigencia. Debe primar tu mirada”. También es cierto que el cineasta está dotado de un arma extraordinaria: su exacto y riquísimo uso del castellano.
"Intento que no sean sentencias, juicios, invectivas, consejos, que no editorialicen, sino que propongan otro tipo de viaje, que te detengan el cerebro dos segundos sin saber muy qué ha sucedido antes de retomar el camino"
Cortés entiende Twitter como una “Moleskine pública”. Entre risas explica: “Nunca fotografiaré mis pies ni mis capuchinos, ni hablaré de la calidad de mis siestas. José Luis Cuerda es un bien ejemplo del uso literario de esta red social. Además de que tiene algo de poesía y de filosofía, si es que la filosofía y la poesía no son la misma cosa, que es algo a discutir”. Con otro aforismo, Cortés reconduce la conversación hacia la bondad o la maldad de las redes sociales. “Nada es intrínsecamente bueno o malo, porque nada es intrínsecamente nada. Los conceptos son neutros. Sí es cierto que hay una avalancha de banalización, una sobresaturación de lo irrelevante en el mundo digital, y que es inevitable. El patio trasero ha encontrado su eco mundial. Sin embargo, no se me ocurre ninguna disciplina a la que no le sobren el 90% de sus contenidos”.
En el libro hay antiaforismos de cine, cierto, pero no muchos. “Es que si hago más, haría la película. La ventaja de esta disciplina es que exige pedir pocos permisos y poca negociación interna. Lo escrito, eso es cierto, te delata, se parece a ti”. Cortés suele grabarlos en el móvil, y depende de si es un esqueleto o entiende que ha encontrado una joya, los guarda o los lanza en un tuit. “Ante todo intento que no sean sentencias, juicios, invectivas, consejos, que no editorialicen, sino que propongan otro tipo de viaje, que te detengan el cerebro dos segundos sin saber muy qué ha sucedido antes de retomar el camino”. ¿Y después? “Y después, como digo en el libro, ‘¿Demasiadas preguntas?”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.