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Columna
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‘Canoa’: 40 años de un clásico del cine mexicano

Alfonso Cuarón celebrará en Guadalajara la película de Felipe Cazals

Luis Pablo Beauregard
Fotografía promocional de 'Canoa'.
Fotografía promocional de 'Canoa'.

Una tarde de 1975, Felipe Cazals revisaba los rushes de su película El apando en los Estudios Churubusco. El director veía unas escenas que había rodado con Salvador Sánchez del drama carcelario cuando escuchó ruidos extraños en la sala del proyeccionista. El director pidió silencio, pero los sonidos siguieron. Había un polizón en la oscuridad. El intruso quería ver antes que nadie la adaptación al cine de la novela escrita por José Revueltas en 1969. El espía era un joven curioso de 15 años. Se llamaba Alfonso Cuarón.

El oscarizado director de Gravity, el mexicano que inició una racha dorada para los mexicanos en Hollywood, rendirá tributo a Canoa, el clásico de Felipe Cazals, en el Festival Internacional de cine de Guadalajara. “Alfonso tomó un afecto muy especial por la película”, explica Cazals, de 78 años. “Cuando comenzó su carrera en Estados Unidos la proyectó en el Directors Guild de Los Ángeles. ¿Quién va a ir a verla, Alfonso?, le pregunté. Y él fue a las estaciones de televisión a las siete de la mañana a promocionarla”, cuenta el realizador nacido en Francia en una cafetería del sur de la Ciudad de México.

Afiche de 'Canoa'.
Afiche de 'Canoa'.

Canoa cumple 40 años este 2016. Basada en una historia real, la cinta desarrolla el destino de cinco jóvenes trabajadores universitarios que desean subir al volcán La Malinche, ubicado entre los Estados de Puebla y Tlaxcala. Un vendaval obliga a los excursionistas a pasar la noche en San Miguel Canoa, una minúscula comunidad atrapada entre el fanatismo religioso y la fiebre anticomunista que el Gobierno mexicano había inyectado a la sociedad en 1968, año en el que ocurrieron los hechos. La paranoia hizo creer a los pobladores que los extraños izarían una bandera rojinegra en la Iglesia, por lo que los locales los lincharon.

“El sistema estaba decidido a estimular el rencor contra cualquier joven que tuviera el pelo largo. Canoa y 1968 hacen que México cambie para siempre”, explica Cazals, que admite simpatías con el bloque soviético al señalar que mandó a Alemania Oriental material filmado que hizo sobre los preparativos de los Juegos olímpicos organizados ese año en el país.

Cazals forma parte de una generación de cineastas que recibió el relevo de la época de oro del cine mexicano. “Fuimos testigos de nuestro tiempo, contamos lo que no se decía en el cine”, dice. Realizadores como Paul Leduc, Arturo Ripstein, Jorge Fons, Rubén Gámez y el propio Cazals crecieron viendo un cine donde los alcaldes de los pueblos eran gente respetable y los sacerdotes eran tipos regordetes y bonachones que sacaban adelante a las comunidades. “Eso era falso, todo México lo sabía, pero se necesitaba hacer la película”, afirma Cazals. Y la hizo.

En Canoa, el sacerdote es un tipo siniestro de gafas ahumadas que recuerda a Gustavo Díaz Ordaz, el expresidente mexicano sobre el que pesa la responsabilidad histórica de haber permitido la matanza estudiantil del 2 de octubre. El religioso, interpretado por Enrique Lucero, fue el instigador del linchamiento. No es una acusación vana. Cazals y su guionista, Tomás Pérez Turrent, realizaron varias entrevistas en el pueblo antes de escribir el guion. El director aún recuerda la mañana que acudieron al padre Enrique Meza seis meses antes de que comenzara el rodaje. “Tomás tenía la grabadora sobre las piernas, tapada con una chamarra. De la manga salía un pequeño micrófono”, relata. En un momento, el religioso se percató de que había algo extraño en la conversación. “Se paró, fue al trinchero, sacó una pistola .45, cortó cartucho y la puso sobre la mesa”. Fin de la entrevista. Los realizadores regresaron a la Ciudad de México en un escarabajo de la Volkswagen. “Temblábamos como hojas”, admite Cazals.

Felipe Cazals en un rodaje.
Felipe Cazals en un rodaje.

Las películas de Cazals beben del periodismo y de la realidad. El director recurre en Canoa a la figura del narrador. Para crearlo se basó en la conversación que grabó con un campesino que presenció los hechos. El hombre es interpretado por Salvador Sánchez, que se limitó a repetir la entrevista palabra por palabra, imitando el tono y sin alterar los giros idiomáticos. La actuación de las víctimas cinematográficas se hizo con la presencia de los sobrevivientes reales, que explicaron paso a paso cómo se desenvolvió la tragedia.

A cuatro décadas de su realización, Canoa es un documento del México rural que no ha desaparecido. El despojo, las injusticias, el analfabetismo y el alcoholismo forman parte de ese universo, que sigue vigente. En octubre pasado, por ejemplo, dos jóvenes que realizaban encuestas fueron linchados en Ajalpan, una comunidad a 150 kilómetros de San Miguel Arcángel, tras ser confundidos con traficantes de órganos.

Canoa será celebrada en el marco del Festival de cine de Guadalajara, el más longevo de México. Allí se anunciará que Criterion Collection, la prestigiosa colección de clásicos de la cinematografía mundial, sumará la cinta a su catálogo. Alfonso Cuarón estará presente el miércoles 9 de marzo para dialogar con Cazals sobre lo que la película ha querido decir a varias generaciones en cuatro décadas.

-“Es una película que hablaba de un tiempo que había que terminar”, explica su creador.

-“¿Y ese tiempo ha terminado?”, pregunta el periodista.

-“No, ese es el problema”.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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