La poesía venció al poder
La obra maestra de Parajanov regresa ahora de la invisibilidad en su versión original, fruto de un laborioso proceso de restauración
Las granadas sangran manchando una superficie de tela blanca en las primeras imágenes de Sayat Nova (1969), segundo largometraje dirigido por el armenio Sergei Parajanov tras esa ruptura con el realismo socialista que marcó su renacimiento creativo como uno de los grandes poetas y legítimos inventores de lenguaje del cine contemporáneo a partir de Los corceles de fuego (1965). El artista repudió toda su trayectoria anterior –siete largometrajes realizados bajo las directrices oficiales- y, a partir de ese momento, el poder no le puso las cosas fáciles, convirtiéndole, junto a su amigo Andrei Tarkovski, en uno de los grandes represaliados por la ortodoxia soviética: homosexual, bohemio y espíritu libre, Parajanov pasó cuatro años de su vida en un campo de trabajo y nueve meses en prisión. La censura soviética se ensañó con Sayat Nova, que fue retitulada El color de la granada, vio alterado su montaje y sufrió la imposición de unos rótulos que aplicaron un yugo narrativo sobre su naturaleza poética y de un monocorde doblaje ruso que cayó como una losa sobre la musicalidad de las palabras armenias del trovador místico que centraba el relato. Sayat Nova regresa ahora de la invisibilidad en su versión original, fruto de un laborioso proceso de restauración.
SAYAT NOVA
Dirección: Sergei Parajanov.
Intérpretes: Sofiko Chiaureli,
Melkon Alekyan, Vilen Galstyan.
Género: drama. URSS, 1969,.
Duración: 79 minutos.
“Las películas de Parajanov no hablan de cómo son las cosas, sino de cómo serían si él hubiese sido Dios”, escribió el crítico Alexei Korotyukov. En su logro de transubstanciar en un desfile de imágenes frágiles y exquisitas las palabras del poeta armenio que da título a la obra, Sayat Nova supone una sólida ilustración de esta feliz idea. Ya no aparecen aquí los rótulos que intentaban aportar una lógica cronológica y biográfica al conjunto y, en cambio, se restituyen todas esas imágenes religiosas que habían sido extirpadas. Lo más importante es que la obra –que, aun mutilada, resultaba seductora y única- recupera su cadencia interna y su organicidad, revelándose, al mismo tiempo, objeto remoto –es lo más parecido a ver una película extraterrestre- y criptograma tocado por una universalidad descifrable, que permite recorrer las estaciones vitales de una trayectoria que va de lo sensorial a lo místico, pasando por una concepción del amor como juego de espejos (“Nos buscamos a nosotros mismos en el otro”). Una de las películas más hermosas de la Historia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.