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También hubo música clásica en los Grammy

Andris Nelsons y Joyce DiDonato entre los principales premiados de clásica en una edición dominada como siempre por estadounidenses

El Takacs Quartet toca durante la gala de los Grammy.
El Takacs Quartet toca durante la gala de los Grammy.Matt Sayles (Invision/AP)

En medio del ambiente típicamente glamuroso de los premios Grammy, similar a los Emmy, los Tonny o los Oscar, sorprendió que se colase la música de Haydn. De repente, en el escenario del Microsoft Theater de Los Ángeles el Takács Quartet atacó el Finale del Cuarteto Op. 74 nº 3 “El jinete”. Este sensacional conjunto de origen húngaro, hoy afincado en Colorado, no aportaba una nota de color sofisticado al pre-telecast de los Grammy que emitía la CBS, sino que actuaban como nominados a la mejor interpretación de música de cámara. Sí, los Grammy también dan premios a la música clásica. Concretamente, la NARAS, la Academia de Ciencias y Artes de la Grabación, incluye desde la primera edición de los premios Grammy en 1958 más o menos ocho estatuillas del gramófono para la música clásica en el apartado artístico y dos más en el técnico. Abarcan desde mejor interpretación orquestal, operística, coral, camerística, solista instrumental y vocal hasta el mejor compendio clásico o la mejor composición, junto al mejor productor de clásica y el mejor trabajo de ingeniería sonora.

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Son premios discográficos otorgados por profesionales del sector. Nada de críticos o público, valor artístico o comercial, novedad o tradición. Los criterios obedecen a intereses de los académicos. Y siempre tienen un claro componente estadounidense que no se corresponde con la realidad de la música clásica, en donde Europa ha sido, es y sigue siendo una potencia indiscutible. De igual forma, los premios Grammy apenas tienen un efecto en el maltrecho sector del disco clásico, especialmente fuera del mercado norteamericano. En las ventas o el prestigio de un disco clásico resulta más influyente un premio de una revista especializada como la británica Gramophone que una estatuilla de los Grammy. Otra prueba de ello es que estos premios se confinen a una gala menor, que se celebra a mediodía y en una sede diferente al Staples Center, y que no sea habitual que los premiados en los apartados artísticos de clásica asistan a ella.

A pesar de todo lo dicho, este año hubo interesantes aciertos entre los premiados de los apartados de música clásica de los Grammy. Para empezar, el premio a la mejor interpretación orquestal fue a parar al letón Andris Nelsons al frente de la Boston Symphony por el inicio de su proyecto fonográfico Shostakovich para Deutsche Grammophon. Se impuso a otros importantes contendientes, todos titulares de sus respectivos conjuntos, como Manfred Honeck y la Pittsburgh Symphony (Reference Recordings) o Ludovic Morlot y la Seattle Symphony (Seattle Symphony Media). De éste último se premió como mejor solista instrumental al violinista alemán Augustin Hadelich por su brillante interpretación de L’arbre des songes de Dutilleux, un premio que coincide además con el centenario de este gran compositor francés. El premio al mejor disco de ópera se lo llevó Seiji Ozawa, el histórico ex-titular de la Boston Symphony, por su última grabación con la japonesa Saito Kinen Orchestra con L’enfant et les sortilèges de Ravel (Decca) junto a dos cantantes norteamericanas: Isabel Leonard y Susan Graham.

Homenaje póstumo

La mejor solista vocal fue también estadounidense, la mezzo Joyce DiDonato que conseguía su segundo Grammy. Se impuso a la italiana Cecilia Bartoli que cuenta con cinco, pero también al alemán Jonas Kaufman que no tiene ninguno. En todo caso, fue un premio justo por un estupendo recital con Antonio Pappano grabado en vivo en el Wigmore Hall de Londres (Erato/Warner). Injusto fue, por el contrario, el premio del conjunto instrumental estadounidense Eight Blackbird por su Filament (Cedille) como mejor interpretación de cámara por encima del Shostakovich del Takács Quartet (Hyperion) o de los tríos con piano de Brahms de los hermanos Tetzlaff y Lars Vogt (Ondine). La mejor interpretación coral se quedó en casa con Charles Bruffy y sus coros de Kansas y Phoenix que con su disco de Rachmaninov (Chandos) se impusieron a reputados conjuntos europeos como el Coro de la Radio de Baviera de Peter Dijkstra (BR Klassik) o The Sixteen de Harry Christophers (Coro). Y la nota emotiva de la tarde vino con el homenaje póstumo al compositor estadounidense Stephen Paulus (1949-2014) como mejor compendio clásico (Naxos) o mejor composición contemporánea clásica por su obra Prayers and Remembrances (Reference Recordings).

En el apartado técnico todo lo ganó el ecléctico y multimedial Ask your Mama (Avie Records) de la compositora norteamericana Laura Karpman. Se llevó el Grammy a la mejor ingeniería de sonido pero también a la mejor producción clásica, por el trabajo de la estadounidense Judith Sherman, que conseguía su cuarto gramófono frente al alemán Manfred Eicher, fundador del mítico sello ECM y uno de los más interesantes productores del mundo, que tan sólo tiene uno.

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