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CRÍTICA | COLA, COLITA, COLASSA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Merendando con mujeres irrepetibles

El documental se suma a la necesaria labor con la que Ventura Pons viene levantado acta de un Barcelona que está dejando de ser

La fotógrafa Colita, en el documental.
La fotógrafa Colita, en el documental.

Las imágenes de García Márquez con la testa coronada por un ejemplar abierto de Cien años de soledad o esa histórica sesión en la que Terenci Moix le dio la réplica de pelo en pecho al sex-appeal del joven Truman Capote acreditan la gran altura como retratista de Colita, capaz de equilibrar humor y afecto en cada instantánea. Hay, por supuesto, otra Colita, la que registró a pie de calle la extrema vitalidad y también el extremo desamparo que se podían encontrar en las calles del Barrio Chino de Barcelona y las barracas del Somorrostro. En el año 2014, Colita rechazó el Premio Nacional de Fotografía aduciendo el muy razonable motivo de no querer retratarse al lado del entonces ministro Wert. Ese rechazo es el punto de partida de la amena, relajadísima y desprejuiciada conversación que articula Cola, Colita, Colassa, el documental que Ventura Pons ha concebido no tanto como loa a la artista, sino como oda oral a Barcelona.

COLA, COLITA, COLASSA

Dirección: Ventura Pons

Documental. España, 2015

Duración: 88 minutos.

El planteamiento no puede ser más sencillo: Pons invita a los espectadores a una merienda en casa de Colita, en compañía de amigas como Maruja Torres, Pilar Aymerich, Beatriz de Moura, Núria Feliu, Rosa Regàs, Teresa Gimpera, Anna Maio, Rosa Sender y Marta Tatjer. Es un placer escuchar a estas señoras que parecen haberlo vivido todo –el final del franquismo, la Gauche Divine, las noches de Bocaccio, el boom- y que intercambian recuerdos como si nadie las estuviera filmando, pero, más allá de esta gratificación inmediata, el documental se suma a la necesaria labor que Pons viene desarrollando en trabajos como Ocaña, retrat intermitent (1978) y El gran Gato (2003): levantar acta de un Barcelona que está dejando de ser.

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