Cine, el arte que se le resistió a Bowie
A pesar de su magnetismo y de filmes como 'Feliz Navidad, Mr. Lawrence' o 'El ansia', al músico se le resistió la pantalla
A David Bowie seguro que le hubiera gustado haber triunfado en la gran pantalla. Su presencia, ese magnetismo sobrenatural, sus estudios de teatro junto a Lindsay Kemp, que le fascinó a finales de los sesenta -gracias a Kemp se sumergió en el teatro avant-garde, la mímica y la comedia del arte- y sus amistades cinematográficas... Todo parecía adecuado para que el londinense hubiera tenido una larga y próspera carrera. Y larga fue, pero no a la altura de su talento.
Sí supo colaborar con cineastas de talento y en proyectos interesantes. Su primer papel protagonista le llegó en 1976 en El hombre que cayó a la tierra, de Nicolas Roeg, la historia de un alienígena que llega a la Tierra para obtener agua para su planeta natal. Entre 1983 enlazó dos películas estupendas: Feliz Navidad, Mr. Lawrence, de Nagisa Ôshima, con Tom Conti y Ryuichi Sakamoto, en la que encarna a Jack Celliers, un soldado británico que llega a un campo de prisioneros japonés durante la Segunda Guerra Mundial, donde se convierte en carne de cañón del comandante de la prisión; y El ansia, la neogótica aproximación al vampirismo de Tony Scott.
Después llegaron otras películas como Dentro del laberinto (1986), de Jim Henson, en la que encarnó a Jareth, rey de los Goblins; Principiantes (1986), de Julien Temple; La última tentación de Cristo (1988), de Martin Scorsese, donde dio vida a Poncio Pilatos; la comedia Encadenadamente tuya (1991); Twin Peaks: fuego camina conmigo, de David Lynch; Basquiat (1996), en la que interpretó a Andy Warhol; Zoolander (2001), donde hizo de sí mismo; o El truco final (2006), de Christopher Nolan, en la que dio vida a Nikola Tesla. Al final participó en una veintena de películas y series, en un legado desgraciadamente mediocre.
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