Sónar aterriza en Chile con una fiesta para bailar y pensar
La expansión a Latinoamérica del encuentro español más importante de cultura y tecnología debuta en Santiago con tres escenarios, decenas de artistas y más de 10.000 asistentes
Sónar literalmente aterrizó en Santiago de Chile sobre la pista de vuelo del antiguo aeropuerto Los Cerrillos, el lugar escogido para articular la versión inaugural del influyente encuentro español de música y tecnología en el país austral.
Los hangares que hace décadas custodiaban aviones despertaron el sábado, 5 de diciembre, rodeados de equipos de sonido calibrados para amplificar a más de 40 artistas de renombre vinculados a la electrónica, como Modeselektor, Evian Christ, Hot Chip y The Chemical Brothers, quienes desfilaron por los tres escenarios dispuestos en una jornada única que se extendió por casi 15 horas.
Una celebración destinada no solo a bailar sino a pensar los cruces infinitos entre cultura digital y tecnología creativa, en decenas de talleres, muestras, charlas e instalaciones internacionales de alto nivel reunidas en el congreso Sónar+D, encuentro que supera con creces a un mero festival de música.
La electrónica local ha instalado en el mapa figuras de alcance mundial como Ricardo Villalobos, Matías Aguayo y Nicolas Jäär, por lo que Santiago parecía la siguiente estación natural de Sónar en su expansión hacia Latinoamérica, que este 2015 ha sumado escalas en Sao Paulo, Buenos Aires y Bogotá. Así lo entendió el socio chileno de Sónar en la producción de esta apuesta, Lotus, compañía que cuenta con el aval de montar las multitudinarias ediciones santiaguinas del festival de origen estadounidense Lollapalooza, consecutivas desde 2011.
Bajo un sol despiadado, el escenario al aire libre SonarVillage dio la bienvenida a la velada musical con el impecable set de la DJ chilena Valesuchi, quien participó en Sónar Barcelona y fue la única mujer en la alineación de Sónar Sao Paulo. De fondo, la imponente Cordillera de los Andes se alzó como el marco perfecto para el sincretismo cultural de Matanza, el trío local que interpreta zampoñas, quenas y charangos con bases electrónicas.
La atmósfera de gran club del escenario SonarHall recibió la llamativa propuesta del dúo catalán CaboSanRoque, cuya robótica creación bautizada Tres Tristes Truenos -tres singulares maletas dispuestas con latas, peinetas, platillos, panderos y máquinas de escribir activadas a través de un software- fue parte integral de su puesta en escena. Un espectáculo audiovisual sobresaliente en el mismo escenario fue Double Vision, del prolífico y versátil músico alemán Uwe Schmidt (entre cuyos muchos pseudónimos se cuentan Atom Heart, Atom™, Los Sampler’s y Señor Coconut) junto al artista visual e investigador australiano Robyn Fox.
"¡Esto es mi vida!", exclamó el estadounidense Nicolas Collins, un adelantado en la manipulación artesanal de circuitos digitales para la interpretación en vivo, al ver la instalación interactiva Proto project del colectivo chileno Los Electro, que activa sonidos sensibles a la sombra del espectador. Esto dentro del hangar Sónar+D, área que corre en paralelo a las presentaciones musicales y cuyos 18 domos de madera con piso de pasto sintético ofrecen un espacio para asombrarse, aprender y debatir en torno a la creatividad, la tecnología y también los negocios.
Allí concitó expectación la muestra Sonidos de ALMA, con audios procesados desde ondas electromagnéticas captadas del espacio exterior por el centro astronómico ALMA, al igual que la exhibición de COMDASUAR, el primitivo ordenador de interpretación musical construido en los años setenta por José Vicente Asuar, el hoy octogenario pionero de la música electrónica en Latinoamérica.
La presencia del contenedor con la instalación Music Room III, de Iván Navarro y Courtney Smith, cierra algunos círculos. Navarro, artista chileno residente en Nueva York, vivió su infancia en las cercanías del antiguo aeropuerto donde se emplaza Sónar en Santiago. La obra comprende una habitación de espuma de polietileno donde se oyen sin fin extractos de la marcha militar Radetzky de Johann Strauss, procesados por Atom™ hasta lo irreconocible.
Cerca de la clausura, tras el contagioso pop bailable de Hot Chip, el escenario mayor SonarClub deslumbró con la impresionante y narcótica experiencia sensorial del dúo The Chemical Brothers, que quedará en la memoria de los más de 10.000 testigos de la primera incursión de Sónar en suelo chileno, que va un paso adelante en la concepción de un festival de música electrónica.
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