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La cámara como testigo de la violencia

La exposición ‘UPFRONT’ reúne 23 fotoperiodistas hispanos de guerra

Un espectador observa imágenes de la muestra UPFRONT.
Un espectador observa imágenes de la muestra UPFRONT.Kike Para

“¿Una vida vale una portada?”, pregunta el periodista Ramiro Villapadierna. El reportero ya ha sentido en la piel el miedo y la adrenalina de estar en un verdadero campo de batalla para informar al resto del mundo, al cubrir algunos de los conflictos más importantes de Europa Central y los Balcanes. Con esa mirada experimentada, Villapadierna, actual director del centro del Instituto Cervantes en Praga, ha creado la exposición UPFRONT, financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y con la colaboración del Centro Cultural Conde Duque, donde estará abierta al público hasta el 31 de enero. La muestra reúne imágenes de 23 fotorreporteros hispanos que han registrado conflictos armados y dramas sociales de todo el mundo.

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Cadáveres, soldados, familias destrozadas y heridos ilustran los conflictos de Siria, Gaza, Afganistán y Líbano. No todas las imágenes se tomaron, sin embargo, en países en guerra. De hecho, muchas de las 74 fotografías de la muestra son de lugares en los que los villanos son la pobreza, el hambre, la violencia y la crisis.

En una imagen, un niño haitiano, de no más de seis años, mira ojiplático un arma casi de su tamaño. La fotografía no fue sacada en combate, sino durante una misión de ayuda de la ONU en los suburbios de Puerto Príncipe. La autora, Ariana Cubillos, es una fotoperiodista nacida en Bogotá. En Colombia, empezó a trabajar para Associated Press (AP) y cubrió levantamientos y desastres naturales en Haití entre 2003 y 2008. Hoy, es como corresponsal de AP en Caracas.

Es el mismo caso del bonaerense Rodrigo Abd, cuyas fotografías retratan la crudeza de la realidad guatemalteca. Desde Guatemala, y también para AP, ha ilustrado el alto índice de violencia del país centroamericano. En una imagen de 2009, una madre maquilla el cadáver de su hija asesinada en una de las muchas funerarias clandestinas que han proliferado a causa de los altos índices de homicidios (casi 40 por cada 100.000 habitantes en 2014). Abd captó también la guerra contra el narcotráfico en México; la guerra civil en Siria y las protestas contra el Mundial de Fútbol en Brasil, en las que resultó herido.

El idioma como nación

Para Villapadierna, lo que une a los fotorreporteros seleccionados es, además de su trabajo en zonas de conflicto, el español —hay dos argentinos, un colombiano, un peruano y 19 españoles—. Además, la mayoría de los países retratados son de América Latina: Brasil, Argentina, Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua. “Tratamos de pensar en el idioma como una nación. Las instituciones culturales no suelen colaborar, pero eso es algo que nos ha unido en esta iniciativa”, afirma el comisario.

La laberíntica exposición hace que los visitantes reflexionen sobre la realidad que viven personas en zonas lejanas, al obligarles a mirar detrás de la imagen para averiguar en qué momento y lugar fue tomada. “Una foto puede engañar a quien no sabe el contexto”, alerta Villapadierna. Es parte del concepto de la muestra, que también cuestiona la calidad de la información sobre dramas humanos que inunda los medios de comunicación diariamente.

Para los tres fotorreporteros que estuvieron presentes en la inauguración, el gran enemigo de su oficio es la precariedad de la profesión. Catalina Martín-Chico, José Colón y Luis de Vega comentaron lo difícil que es mantenerse con lo que los medios están dispuestos a pagar por un trabajo de calidad. “Lo que nos mueve es la pasión por el oficio. Pero hay que colgar muchos teléfonos cuando no dan valor a nuestro trabajo”, afirma Colón.

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