René Girard, historiador francés, fundador de la ‘teoría mimética’
Su obra se mueve de forma transversal entre la antropología, la filosofía y la literatura
Su obra se mueve de forma transversal entre la antropología, la filosofía y la literatura
René Girard, fundador de la teoría mimética, falleció el 4 de noviembre en su residencia de Stanford, donde dio clases desde 1980 hasta su jubilación en 1995. Había nacido en Aviñón (Francia), el día de Navidad de 1923 en el seno de una familia que él mismo definió como “tradicional”. Su padre era de tendencias socialistas, pero su madre fue una mujer de hondas convicciones católicas e incluso partidaria del retorno de la Monarquía. Su influencia acabaría pesando en René Girard, quien a mediados de los años cincuenta se convirtió al cristianismo, “antes del concilio Vaticano II”, señaló en una entrevista, para marcar que lo que verdaderamente influyó en él fue la idea tradicional de la religión, desprovista de la pátina de progresismo que adquirirá en ciertos ambientes en los años sesenta. Su primera formación se produjo en Francia, pero pronto marchó a Estados Unidos, donde se doctoró en Historia y se instaló casi para siempre. Aunque en 2005 fue elegido miembro de la Academia Francesa, nunca se consideró apreciado en Francia. Hay quien atribuyó su marcha a sus diferencias con el otro gran antropólogo francés, Claude Lévi-Strauss.
La obra de Girard parte del campo de la historia, pero se mueve siempre de forma transversal entre la antropología, la filosofía y la literatura. Parte de una noción central: la de “mímesis” o imitación, que él toma directamente de Platón y Aristóteles para reconducirla en la elaboración de una concepción del hombre que encuentra refrendada tanto en la literatura como en la historia (la pasada y la presente). El hombre es fundamentalmente deseo, pero no deseo de un objeto por su utilidad o función, sino deseo del objeto que posee el otro. La relación es pues entre tres elementos: yo, el otro y el objeto. De ahí la rivalidad que lleva al antagonismo y, finalmente, a la violencia. Vivimos, creía Girard, en una sociedad violenta, hija de un acto de violencia en un inocente (chivo expiatorio), acto que posteriormente se mitifica como forma de superación de la propia culpa.
No es casual que esa concepción del deseo más allá del propio objeto sea utilizada por Girard a partir de la segunda mitad de los sesenta. Son los años en los que aparece también la crítica a la sociedad de consumo, una crítica que él comparte. El consumismo, sostuvo Girard, nos degrada, exacerba nuestros deseos hasta sumirnos en la miseria moral. Quien mejor se dio cuenta de ello fue la publicidad, que estimuló los deseos de los individuos más allá de la necesidad del producto.
La violencia tiene una función unificadora de la sociedad. En momentos de crisis, el conjunto es capaz de encontrar elementos a los que acusar del mal. Es el chivo expiatorio, perfectamente reseñado en los libros bíblicos. Cristo mismo es una víctima. Pero es también, en la visión de Girard, el mecanismo que posibilita la superación de esa culpa, hasta el punto en que propone que imitar a Cristo consiste en evitar ser imitado. Cristo es, sostenía, la víctima inocente, de modo que hace evidente que el mal no se halla en la víctima sino en la sociedad. La verdad está de parte de la víctima, no en el acto del sacrificio. Y eso se puede ver en la Biblia, pero también en la literatura, por ejemplo, en el mito de Edipo.
Influencia en la psicología
La influencia de Girard es patente mucho más allá de los pensadores estrictamente cristianos. En el ámbito de la filosofía cabría citar a Gianni Vattimo y a Giorgio Agamben, aunque ambos con trayectorias muy diferentes. Pero quizás es más patente en el ámbito de la psicología, sobre todo después del descubrimiento de las “neuronas espejo”, que vendrían a ser una confirmación de que los procesos de aprendizaje y socialización del individuo son miméticos por naturaleza.
Entre sus obras más conocidas destacan Literatura, mímesis y antropología (Gedisa); Mentira romántica y verdad novelesca, El chivo expiatorio, Shakespeare: los fuegos de la envidia, Veo a Satán caer como el relámpago y La violencia y lo sagrado (todas ellas en Anagrama); Clausewitz en los extremos. Política, guerra y apocalipsis (Katz editores) y Geometrías del deseo (Sexto Piso).
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