La poesía cinematográfica de Naomi Kawase estalla en la Seminci
‘Una pastelería en Tokio’ se centra en la historia de una anciana enferma de lepra
Naomi Kawase (1969) busca en el cine detener el tiempo. Es una obsesión que le persigue desde siempre. Ex jugadora de baloncesto profesional, abandonó el deporte y buscó un oficio con el que poder atrapar momentos de la vida y dejarlos en herencia para el futuro. Esto es lo que también busca con su última película esta cineasta japonesa, Una pastelería en Tokio, que ha presentado hoy domingo en la sección oficial de la Seminci (Semana Internacional de Cine de Valladolid). La poesía recorre el cine de esta autora, todo un referente en la industria cinematográfica asiática y premiada repetidamente en el Festival de Cannes, que de niña fue abandonada por su padre y tuvo que ser acogida por su abuela.
"Más que parar el tiempo", precisa, "lo que yo busco es registrar los momentos de la vida de la gente normal. Los libros de historia reflejan la vida de los grandes, reyes y reinas, pero a mí me interesa poner la mirada en las personas normales y especialmente en las marginadas. Todas estas personas tienen su historia importante y eso es lo que yo quiero registrar".
Una pastelería en Tokio, que inauguró la sección Un Certain Regard el pasado certamen de Cannes, se centra en la historia de una mujer anciana, víctima de la lepra, que se ofrece a trabajar en un pequeña confitería que elabora los famosos dorayakis, unas tortitas rellenas de una pasta de judías rojas dulces. Su amor por la elaboración artesanal, el valor del contacto con la naturaleza, con esos espléndidos cerezos en flor, y la búsqueda de la armonía hacen de esta anciana, de nombre Tokue, el eje de Una pastelería en Tokio, primer filme de Kawase basado en una novela. El filme se estrenará en España el 6 de noviembre.
Kawase es dulce y suave como los dorayakis que tanto le gustan. Vive en Nara, una ciudad rural del sur de Japón, cercana a Kioto, y a diario necesita ir al campo, donde cultiva arroz y vegetales. Ha hecho esta mañana un parón en la larga lista de entrevistas para tomarse, a media mañana, una sopa y un poco de arroz. Mientras una ayudante le da masajes en la espalda y la cabeza, y algún que otro estiramiento de brazos, Kawase atiende a los periodistas. Todo son atenciones por parte de su equipo: chocolate, café... y, cómo no, dorayakis. "Entiendo que mis películas son poéticas porque intento llegar a las emociones del público a través de las imágenes más que con las palabras. Es la vida rural y su tiempo los que juegan un papel importante en mi vida. En Nara, tengo un campo donde cultivo verduras y eso necesita tiempo. En el campo la vida transcurre más despacio, todo se desarrolla más lentamente. Todo eso se refleja en mi cine".
Aunque es la tercera vez que sus películas se presentan en la Seminci, es la primera visita de Kawase a Valladolid. "Si yo no me dedicara al cine no podría haber disfrutado esta mañana de la luz de esta ciudad", ha asegurado la directora, tras explicar que el objetivo de su película, presente en la novela inicial, fue denunciar la discriminación que han sufrido y siguen sufriendo en Japón las personas afectadas de lepra. "Han sido apartadas de la sociedad, pero mantienen un espíritu positivo y una alegría de vivir que es todo un ejemplo para nosotros. Una pastelería en Tokio es un canto a la vida porque solo el hecho de existir es algo ya maravilloso".
Una vida que en la infancia de Kawase no fue fácil. Quizás por eso sintió la necesidad de plasmar en tres documentales sus experiencias vitales: Embracing habla de la búsqueda del padre, ese que le abandonó de niña; en Katatsumori se centra en la figura de su abuela, mientras que en Tarachime rodó su propio embarazo y parto. "Yo he crecido sin padres y por eso siempre me he preguntado el porqué de mi existencia. Pero a pesar de las penas y la desesperación que a uno le pueden embargar a lo largo de la vida, siempre nos aferramos a nuestras esperanzas y confiamos en un futuro mejor. Estos documentales me ayudaron mucho a conocerme a mí misma y tener una relación más íntima con las personas que me rodean".
Hay una frase en el filme de Kawase que define su filosofía de vida: "Nunca es tarde para cumplir tus sueños". La directora tiene muchos sueños pero, por encima de todo, uno: "Que dentro de mil años se vean mis películas". Es su manera de detener el tiempo.
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