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Todos “los jazz” en Tánger

El festival Tanjazz de Marruecos reúne a músicos de los cinco continentes

Para Mokhtar, tangerino de 54 años, la vida se reduce a 3 cosas: su taxi, el Atlético de Madrid y la música de Jimi Hendrix. Su conocimiento del callejero de la ciudad, reconoce, tiene algunas limitaciones. ¿El Palacio de las Instituciones Italianas?: je ne sais pas. Hasta que, súbitamente, se le enciende la bombilla: “¿no estará Vd. queriendo ir al “Tanjazz?”. Y es que no hay tangerino que no conozca el festival que, desde hace 16 años, convoca a “todos “los jazz” del mundo”. “El jazz”, viene a decir Philippe Lorin, presentador y miembro fundador del evento, “promueve el entendimiento entre los pueblos, la comunicación entre los distintos, el respeto de los derechos humanos...”, lo que vale para un roto como para un descosido, un concierto del grupo Viva la Gente o como aval para una misión de las Fuerzas de Intervención de las Naciones Unidas en combate. Un chollo, o sea.

Los organizadores se aferran al asunto del “buenrollismo” para confeccionar un programa al gusto de la beautiful people que cada noche acude al antiguo palacete de S. M. Mulay Hafid, convertido en centro de la comunidad italiana en Tánger, y en salón de bodas, banquetes y festivales de jazz. Un marco incomparable para un programa en el que el jazz, o lo que se suele entender por tal, brilla por su ausencia, saldo que se considere jazz a “Johnny Juerga y los que remontan el Pisuerga”; Vds. me entienden. Que tampoco es que importe demasiado. Aquí se va a lucir el palmito, o el pañuelo de marca, y dejar ver lo bien que se lo pasa uno siendo beautiful. Una cosa entre Ibiza y Saint-Tropez pasando por el Puerto de Santa María: la presencia andaluza es nutrida y va en aumento año tras año, según se nos asegura. “Le pones una tapita de Pata Negra, y esto sería el cielo”, comenta Marina, recién llegada desde Sevilla.

La noche en el Tanjazz es larga; de las 8, en que se pone en marcha la maquinaria, a la 1.30, en que tiene lugar la jam session final. Total: 5 horas de música a lo largo de 5 días (del miércoles día 9, al domingo 13) y más de un centenar de intérpretes de los 5 continentes desparramados en los diferentes escenarios del conocido como “Palacio de los Italianos” y alrededores. La entrada (entre 20 y 40€) permite el acceso libre a todos ellos, salvo los espacios vip acotados a las marcas patrocinadoras. Menores de edad, no admitidos, ni aún acompañados de sus progenitores. Ellos cuentan con su propio festival paralelo: “Tanjazz des enfants”. La oferta culinaria es tan variada y multikulti como la musical: del inevitable sushi en bandeja de poliestireno a la poderosa Tanjazz Burguer o la alta cocina vasca, facturada por 2 chefs de nombre improbable: Ramzi e Hind. Quién no se divierte aquí es porque no quiere, o no le da el bolsillo.

En lo más alto del cartel de éste año, el cubano-madrileño Ivan “Melón” Lewis con su Cuban Swing Express; “El cumbanchero” y “Satisfaction” en un mismo programa. Algunos bailan, la mayoría escucha. “¿Éste señor no vino el año pasado con Buika?”: “sí, señora”. La oferta musical de Tanjazz en su 16 edición permitió optar entre un tratamiento contra el trastorno de sueño a cargo de un pianista belga a un punto del desfallecimiento –el tal Jean-Philippe Collard-Neven-, o tomar una clase de baile, teoría y práctica, con The Swing Ambassadors. En la variedad está el gusto. En Tanjazz uno va de la fusión “blandiblú” del senegalés Ablaye Cissoko a la pachanga sin paliativos del argentino Minino Garay; del “reggae-swing” gamberro de los austriacos The Merry Poppins al blues electrificado de los libaneses Wanton Bishops, conocidos como “los Black Keys del Medio Oriente”; una vuelta a las esencias con Gnawa Express –su concierto de cierre en la playa es un aquelarre de ritmos hipnóticos, pasiones desbordadas, cuerpos en trance…- y una visita al mejor jazz: el de los gallegos Sumrrá (premio al artista más elegante para su pianista, Manuel Gutiérrez).

No busquen grandes nombres. Volviendo a Monsieur Lorin, Tamjazz es, también, “una apuesta por el talento de los creadores jóvenes y desconocidos”, lo que explica el trato principesco tributado a la poco menos que desconocida Nikki Hill, calificada como “la nueva reina del Rock´n´roll”. Madonna no se hubiera conformado con menos.

Con esto que la edición número 16 del Tanjazz hubiera valido la pena aunque sólo fuera por un nombre: el de Arun Ghosh. Londinense, de origen hindú, clarinetista porque la vida le hizo así. Gohsh sale a escena de dhoti (el vestido tradicional en la India para el hombre) y Adidas. Su parecido físico con el Dr. Rajesh Ramayan Koothrappali de “Big Bang Theory” salta a la vista. La música del anglo-hindú está más cerca del free jazz que de Ravi Shankar, y más de Morphine que de Miles Davis. Gosh y sus 4 fornidos acompañantes pueden con todo, la “Egiptian fantasy” de Siney Bechet, o una versión incendiaria, valga la redundancia, de “Fire”, el tema de Jimi Hendrix. Va por ti, amigo Mokhtar.

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