Descatalogado inclasificable
En la carrera de Jordi Grau hay desde el primer desnudo del cine español hasta terror
Este barcelonés de 85 años tiene una memoria envidiable. Recuerda todas y cada una de las vicisitudes que rodearon los 18 largometrajes que ha dirigido y así lo ha plasmado en su último libro, Confidencias de un director de cine descatalogado, título de humor doliente en el que desgrana los vaivenes de su vida profesional. Memoria es lo que tuvo cuando, siendo jovencito, le hizo una entrevista a Federico Fellini sin tomar notas ni por supuesto grabarla. El director de Ocho y medio quedó fascinado por esta habilidad del muchacho y entablaron desde entonces una larga y buena amistad.
Ahora, recluido en su casa, rodeado de libros y de muchos de los cuadros que él mismo ha pintado, tiene en primer lugar el recuerdo de su esposa, Gemma Arquer, actriz y escritora, fallecida hace un año. Hablando de ella se emociona fácilmente. "Fumaba a escondidas", explica. "Cuando yo fumaba era en pipa, es algo elegante y no como los pitillos. Y también me fumaba un buen puro cuando iba a los toros".
Dudas para matar
De su afición a los toros le quedan muchas vivencias y una frase de Curro Romero ("Hay que entrar a matar bien aunque el publico prefiera lo fácil"), y eso mismo ha hecho Jordi Grau en sus películas. "Al final de Coto de caza, cuando en un clima de violencia acumulada la abogada va a disparar a aquel hijo de puta que tanto daño había hecho, tiene un momento de duda. Los productores me pidieron que quitara la duda porque, si ella disparaba de inmediato, la película sería un éxito, de lo contrario, no. De hecho, el público aplaudía cuando ella iba con la escopeta detrás de él, pero en el momento en que dudaba había un silencio. El publico es más de derechas de lo que pensamos. Pero, ¿por qué duda ella? Porque es una mujer con ideas propias y valiente que defiende a los delincuentes. De modo que dejé el momento de su duda. Como en los toros, hay que matar honestamente bien aunque no triunfes… He rechazado muchas películas porque no se correspondían con mi sentimiento y no era honesto hacerlas".
Efectivamente, Grau rechazaba ofertas de trabajo aunque estuviera pasando hambre. "Durante unos años el dinero que entraba en casa procedía de la tienda de Gemma". Ya de joven, cuando trabajaba en una productora del Opus Dei, hubo un momento en se alimentaba exclusivamente con unos botes de Pelargón olvidados en el almacén. "Yo nunca he negado que tengo un sentimiento católico, y he tenido relación con mucha gente del Opus, hasta el punto de que llegó a decirse que yo también lo era". En una de sus películas más taquilleras, La trastienda, denuncia la hipocresía de esa institución, aunque él prefiera decir: "Se trata de cómo les he visto yo funcionar". Al enorme éxito que tuvo la película contribuyó sin duda el desnudo de María José Cantudo, el primero que se veía en el cine español (en 1975, poco antes de la muerte de Franco). La censura quiso suprimirlo o que acortara su duración. "El productor había dicho que duraba tres minutos cuando en realidad solo era de segundo y medio, así que lo dejamos como estaba". Lo que no le permitieron fue citar el Evangelio. "Hay un momento en que dos personajes hablan con frases del Evangelio, pero la censura no permitió esta que yo siento como propia: ‘Si estás ante el altar y te acuerdas de que tienes una deuda con tu hermano, deja el altar y no vuelvas hasta que hayas pagado la deuda”.
Todos los géneros
Jordi Grau ha manejado diversos géneros, desde películas experimentales o vanguardistas (Acteón), comedias (El secreto inconfesable de un chico bien), clásicos de la literatura catalana (El tambor del Bruc, La puñalada), hasta películas muy personales sobre las relaciones amorosas en una sociedad represora (Una historia de amor, El extranger-oh de la calle Cruz del Sur), por no citar el musical Tuset Street, que no terminó de rodar por sus desavenencias con Sara Montiel, que le había sido impuesta por la productora.
Jordi Grau es más conocido fuera de España por sus películas de terror, Ceremonia sangrienta, sobre la condesa Báthory, que luchaba contra el envejecimiento bañándose en sangre de vírgenes, y especialmente por No profanar el sueño de los muertos, que algunos valoran como película ecologista, en la que las radiaciones de una máquina de ultrasonido provocan el revivir de muertos asesinos. Son dos filmes de culto, algo que halaga a Grau. Desde hace unos años sueña con filmar un retrato de Edgar Allan Poe, "no sus relatos sino su propia vida, ya que muchos de sus escritos son autobiográficos". Y habla también de un proyecto sobre el 11 de septiembre de 1714 en Cataluña, donde fueron determinantes "el dinero y el afán de poder". Pero no tiene muchas esperanzas de que surja la oportunidad de realizar estas películas. El tiempo pasa, con decepciones junto a alguna que otra traición. "...No me gusta esa palabra, pero así ha sido. Hay gente que te halaga para hacer una película pero que te está mintiendo".
Hace 20 años que hizo su hasta ahora última película, Tiempos mejores, que los productores no supieron proteger… Más tarde Gemma enfermó…
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.