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Feria de Málaga

De la uniformidad al desencanto

Siete novilleros en el cartel inaugural de la Malagueta; dos de ellos, heridos, y una sola oreja

Antonio Lorca

No se sabe por qué, la feria de Málaga comenzó con la extraña combinación de siete novilleros en el cartel. El festejo duró tres horas, solo se cortó una oreja, hubo dos toreros heridos y el aburrimiento fue la tónica general. Mal empezamos. La plaza se cubrió menos de la mitad, los novillos estuvieron bien presentados y resultaron mansos e incómodos, y los chavales no acabaron de romper.

Todos ellos -los toreros- son hijos de su época; aprenden con los mismos patrones y referentes, dan muchos pases con escaso fondo y torean poco. Parecen gemelos; se asemejan como dos gotas de agua, no se les distingue; son valientes, conocen la técnica, pero destacan por su uniformidad. Una sola oreja se cortó y la paseó José Antonio Lavado por su actitud bullanguera y algo tremendista; y, sobre todo, porque su novillo tuvo una muerte fulminante tras una estocada casi entera. Los demás derrocharon ganas, demostraron, en mayor o menor medida, que están placeados, pero motivaron poco a la generosa concurrencia que asistió con buen ánimo a una espectáculo muy largo y con pocos motivos para la diversión.

Lo más grave es que hubo más heridos que triunfadores. Joaquín Galdós y Javier Orozco, que debutaba en el escalafón, pasaron por el hule. El primero fue arrollado cuando recibió de rodillas, capote en mano, a su oponente. Los médicos le apreciaron "una herida inciso contusa en tercio inferior de el escroto que afecta a piel y tejido celular subcutáneo, de pronóstico reservado". Y el segundo tuvo peor suerte. Fue volteado cuando muleteaba al séptimo de la tarde, el de peor condición, y el parte médico dice que sufrió una "cornada pronóstico grave en el tercio superior del muslo derecho, con rotura parcial abductor mayor con una trayectoria hacia arriba que diseca el citado músculo, llegando hasta el pubis y otra trayectoria hacia dentro disecando el vasto interno en un trayecto de 12 centímetros".

A causa de este percance, Ginés Marín mató dos novillos. En el suyo, que abrió plaza, demostró que atesora maneras, que está preparado para el salto al escalafón superior y que todo el tiempo que continúe entre novilleros puede ir en su contra. Su trasteo fue largo, como todos, y olvidable, pero dejó constancia de su buena condición, su valentía y detalles toreros.

Varea dio a entender que conoce la lección, pero es torero frío. Pasó desapercibido ante un novillo soso al que no acabó de entender.

Galdós se sabe la técnica, le sobra valentía y dio muchos pases. Se sobrepuso al volteretón y se extendió en una labor que no acabó de rematar. Destacó, eso sí, en un buen quite a la verónica, quizá lo más destacado del festejo.

Leo Valadez es un mexicano al que le sobran agallas con los engaños; puso banderillas con facilidad y arrojo, anda con facilidad por la plaza y aguantó con estoicismo los gañafones de su novillo.

Tras la oreja de Lavado, su compañero Jesús Álvarez, que debutaba con caballos, dio la vuelta al ruedo porque cobró un estoconazo tras un pinchazo, y porque tuvo detalles muy toreros con la muleta; el segundo debutante, Orozco, se las vio con el novillo más complicado del encierro, que se negaba a embestir y buscaba con saña el cuerpo del muchacho. Lo encontró y lo corneó cuando el reloj había llegado a las diez de la noche.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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