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El guerrero descansa del combate social

Guédiguian apuesta por una fábula para mostrar Marsella en ‘El cumpleaños de Ariane’

Gregorio Belinchón
El director de cine francés Robert Guédiguian.
El director de cine francés Robert Guédiguian.IMAGE.NET

Hasta al más curtido de los guerreros le llega el día en que necesita descansar. Y Robert Guédiguian (Marsella, 1953), el director de Marius y Jeanette, de Marie-Jo y sus dos amores, de Mi padre es ingeniero o de Presidente Mitterrand, el cineasta francés que convirtió las pantallas de finales del siglo XX en un alegato para recordar a su público que la lucha de clases estaba más vigente que nunca, pasó unos años a la búsqueda de nuevos temas, olisqueando en diversos materiales fílmicos. No cuajó y volvió a su Marsella y a su troupe de actores amigos con Las nieves del Kilimanjaro (2011), aunque con una nueva mirada sabia: puede que en el siglo XXI la tradicional lucha de clases haya quedado abrasada por el nuevo capitalismo y la sempiterna crisis, pero sigue habiendo opresores y oprimidos, y Guédiguian señalaba con tanto acierto como arrojo la situación social actual.

Así que sorprende El cumpleaños de Ariane, estrenada hoy en España, una fábula que parece un regalo para su esposa, la actriz Ariane Ascaride. También es cierto que el guerrero solo ha descansado, no se ha retirado: su nueva película, Une historie de fou, sobre la herencia que dejó el genocidio armenio y la lucha armada como válvula de escape de la frustración en el Beirut de los ochenta, ya se proyectó en el pasado certamen de Cannes. "Sí, es un poco raro hablar de una película cuando ya he acabado otra", cuenta su realizador. "Es cierto que me gusta reflexionar sobre El cumpleaños de Ariane, porque es la película más extraña, al menos la más distinta, de mi carrera. Solo hice un quiebro parecido con ¡Al ataque!, es decir, hacer cine por el placer de cine, divertirme en el proceso, alejarme de reflexiones intelectuales o depresiones sobre la situación social, que es para deprimirse. Incluso siendo serio, no puedes olvidar que el cine se basa en las actuaciones y sirve para entretener”.

Así pues, tal y como están los tiempos, ¿aún hay hueco para la fantasía? Guédiguian, perilla recortada, abandonado un mal carácter legendario, probablemente producto de una mal entendida militancia constante, estalla en carcajadas. “Siempre, amigo, siempre debe de haber sitio para la fantasía. A lo largo de la historia, en los momentos más críticos y oscuros, ha habido relatos hiperrealistas de los acontecimientos y a la vez fábulas que mostraban el mundo como tendría que ser”. En El cumpleaños de Ariane, que parecería un Ariane en el país de las maravillas, parte de la acción se desarrolla en el Café Olimpia, que podría ser una Marsella mítica, la ciudad que muchos desearían tener en vez de la real. “Bueno, está a las afueras de la ciudad, primera pista. Pero yo sí creo que representa la esencia de la ciudad, su parte mediterránea, su parte africana, la emigración, su semilla eminentemente francesa. Tiene dos puertas: al campo y al mar”.

Es curioso, porque Guédiguian –gran conocedor de la ciudad- defiende que Marsella, como cóctel étnico y cultural, existe, a pesar de los múltiples informes que en los últimos años han incidido en que la ciudad es solo un puzle de guetos, que no hay mezcla social. “Por un lado, es verdad que somos la cuna del ultraderechista Frente Nacional, pero Marsella está llena de inmigrantes. Yo tengo raíces armenias y alemanas. Y lo veo en la calle”.

El cumpleaños de Ariane bebe de dos claros movimientos artísticos. Por un lado, del realismo mágico sudamericano, de la literatura de Monterroso, García Márquez… Por otro, del realismo poético del cine francés de hace casi un siglo: el primer Renoir, Jean Vigo… “Conozco muy bien ambas corrientes. Hay influencias de los dos, pero probablemente más del cine de mi país. Porque esos escritores son demasiado excesivos para mi manera de crear. Los disfruto como lector, no soy capaz de llegar tan lejos como cineasta. En realidad, la película nació como un regalo para Ariane, para que pudiera mostrar su lado de payasa. Y eso no suele surgir en un filme normal, si existen los filmes normales”.

Ahora Guédiguian ha vuelto a la batalla. Ya habló de Armenia en Le voyage en Arménie (2006). De nuevo, entra en sus raíces en Una historie de fou. “Me quedan aspectos por mostrar. Por ejemplo, la peor cara del terrorismo, en cómo afecta a la víctima y al asesino, en cómo sirve en algunos momentos como cruel válvula de escape. Es una película compleja, que espero que la gente entienda en todos sus niveles”. La mirada del cineasta se endurece: el guerrero retorna al campo de combate.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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