Una historia de machos hecha por mujeres
La película 'Pelo malo', una historia local que sabe ser universal, continúa cosechando éxitos casi dos años después su lanzamiento
En la pantalla grande, la historia es la de un niño de 10 años en la periferia de Caracas cuya principal ambición es alisar su pelo rizado (y, si la vida le sonríe, convertirse algún día en cantante), pero que está destinado a fracasar frente al sabotaje de su madre, que teme con el alma que sea homosexual.
Detrás de las cámaras, quien hace Pelo malo con evidente sensibilidad y destreza es un trío de mujeres que desafía la cultura del macho, tan latinoamericana, con un cine de autor que sabe cautivar. Son Mariana Rondón, Marité Ugás y Micaela Cajahuaringa –esta última, directora de fotografía nominada a los Premios Platino del Cine Ibero-Americano, que se celebran en Marbella.
No es la única nominación del largometraje, Pelo malo compite en ocho de 13 categorías de la gala, cuya misión es dar visibilidad a la producción cinematográfica de América Latina y crear un star system regional. También recibieron menciones la actriz Samantha Castillo (la madre y en los apartados de dirección, guion, montaje, dirección de arte, dirección de sonido y). En otras palabras, brilla el equipo, un equipo bastante femenino, algo raro en el mundo tan masculino del cine, sobre todo en áreas técnicas. Aunque finalmente no se alzaron con ninguna estatuilla, las numerosas menciones se suman a la extensa lista de premios desde su estreno en el Festival de San Sebastián en 2013, donde se llevó nada menos que la Concha de Oro. “Hay más fotógrafos hombres en el cine, por eso se les reconoce más. En ese sentido, la nominación es muy importante. Es una conquista, cada vez que la mujer consigue más espacio”, opina Cajahuaringa, peruana que vive hace nueve años en Fortaleza, Brasil, donde da clases de fotografía y trabaja con su marido, el cineasta brasileño Marcus Moura.
Cajahuaringa debutó como directora de fotografía al lado de la productora Marité Ugás, que también es peruana, y de la directora venezolana Mariana Rondón. Las tres –amigas hace 25 años– forman parte de la primera generación de profesionales formados por la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, de Cuba, de donde sale la mayoría de talentos de América Latina. La marca del trío, cuya primera película es A la media noche y media, es partir de historias locales para tocar lo universal.
Pelo malo,de hecho, es de una universalidad extraordinaria. A primera vista, puede parecer otro drama realista que pretende retratar el complicado día a día de una familia latinoamericana, pero enseguida se revela una crónica del machismo que limita las fantasías infantiles, las oportunidades de los adultos y las relaciones, en Venezuela o en Irán.
“Nos sorprende ese reconocimiento, aún más cuando hace tanto tiempo que lanzamos la película. Creo que tiene que ver con la facilidad de identificarnos con la relación madre e hijo. En Pelo malo, se tocan muchas fibras de nuestra sociedad, que tiene mucha dificultad en aceptar las diferencias”, opina Cajahuaringa. ¿De qué manera la fotografía contribuye con eso? “Dejamos de lado las exageraciones para alcanzar un efecto realista, crudo, incluso. Eso nos acerca a lo que estamos viendo y a la atmosfera de Caracas, que es siempre de sol y sombra”, dice. Aun que sea hablando de la luz de la fotografía, no hay mejor contradicción para explicar Pelo malo. O América Latina.
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