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FICCIÓN EN CADENA

‘Wounda’: ‘Círculo 5’

Manuel Ríos San Martín, guionista y director de series como ‘Médico de familia’, continúa su relato sobre un asesinato en un zoológico y se centra en la relación entre una gorila, su cría y el jefe de la zona de los grandes simios del parque

Ilustración de Miguel Sánchez Lindo.
Ilustración de Miguel Sánchez Lindo.

Jellineck lleva un rato observando La Isla de los Gorilas. Desde que mató a Kesho, el «espalda plateada», no para de darle vueltas a la extraña conducta del animal. Cuando Kenny Millet llega a su altura, comienza a hablar con él sin dejar que le salude.

—¿Todos los monos tienen los ojos así, oscuros?

—Hola, inspector. ¿Se refiere a la esclerótica? —pregunta extrañado.

—¿A la qué?

—Lo blanco del ojo en los humanos, lo que no es pupila.

—Sí, eso.

—De más de ochenta especies de primates, tan solo la nuestra es así. Los humanos tenemos un rostro muy expresivo. Somos animales sociales, necesitamos saber qué piensa el otro, saber si nos quiere engañar. Los monos miran donde mira la cabeza de su compañero; los humanos, donde los ojos.

—¿Y los monos no engañan? —termina por preguntar.

—Bueno, en cierta medida, sí. ¿Sabe qué animal engaña muy bien? El cerdo.

—¿No es un doble sentido?

—No —sonríe por fin Kenny, ahora ya más relajado—. Vi un experimento en el que a un cerdo le muestran, en un laberinto, dónde está la comida. Después lo sacan y lo juntan con otros cinco de su especie. Al abrirse la puerta, corre en la dirección errónea de manera intencionada. Cuando los demás lo siguen, él se desmarca, vuelve sobre sus pasos y elige el camino correcto para comer sin que lo estorben.

—¡Me encantan los cerdos! Sobre todo en jamón de York.

—¿Qué le trae por aquí, inspector?

—En realidad nada relacionado con la investigación que tengo entre manos. No sé…, quería saber cómo estaba la hembra de gorila.

—¿Wounda? Ya lo ha visto. Ha pasado un par de días malos pero parece que ha vuelto a dar de comer a su cría. Yo creo que saldrán adelante.

—¿Y todo esto está pasando por algo? —dice por fin Jellineck—. Lo de los monos, que no comen, que se ¿suicidan?…

—Pues, no sé, la verdad… Desde hace un año, ninguna cría nace a término. En todos los casos hemos tenido que intervenir para sacarlas.

—¿Me está diciendo que… es como si intuyesen que es mejor no nacer?

—Los animales siguen teniendo el instinto que los humanos hemos perdido.

Hasta hace unos días, a Jellineck no se le podía haber ocurrido pensar en algo así, aunque la crisis en toda Europa haya ido a peor, haya aumentado exponencialmente la delincuencia, las alergias, los virus, los movimientos de tierras. Pero no nacer… Le suena el teléfono. Le están esperando en otra parte. Cuando ya se va a marchar, comienza una pelea entre chimpancés. Kenny se preocupa y se despide precipitadamente del inspector.

—Si me necesita… —dice Jellineck señalando la pistola.

—Esta vez mejor no. Ya lo resolvemos nosotros.

—Eso espero.

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