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El jazz como lugar de encuentro

El 39 Festival de Vitoria-Gasteiz se estrena con un homenaje a Billy Holiday a cargo de José James la noche del martes

Actuación de Jason Marsalis en el Festival de Jazz de Vitoria, el martes 14.
Actuación de Jason Marsalis en el Festival de Jazz de Vitoria, el martes 14.L. RICO (EL PAÍS)

Sus promotores lo venden como el “festival de los encuentros”, y no les falta razón. Quien viene a Vitoria para actuar sabe que, más tarde o más temprano, va a encontrarse con un colega, un vecino, o un primo segundo por parte de madre y, cómo no, a aprovechar la ocasión para echarse un cantecito en buena compañía. Lo veremos la misma noche del martes, la del comienzo, con José James y su homenaje a Billie Holiday, e Hiromi, la (inquieta y, por momentos, inquietante) pianista japonesa. La teoría dice que el uno actuará delante de la otra, y si te he visto, no me acuerdo: no se lo crean. Que el dúo entre ambos no esté anunciado, no significa que no vaya a producirse. En Vitoria las cosas suceden porque tienen que suceder y la organización hace lo necesario para que sea así. Es la magia del asunto.

A un año de los 40, el Gasteizko Jazzaldia se reafirma en los principios sobre los que se asienta su programación. Por la tarde, los cachorros apenas destetados mostrando los caminos del jazz en el Siglo XXI en sus actuaciones en el Teatro Principal; por la noche, las actuaciones estelares en el habitual escenario del pabellón polideportivo de Mendizorrotza.

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La edición 39 del festival vitoriano contará con su noche de jazz químicamente puro, la de este miércoles, con el pianista Brad Mehldau, un habitual de la programación, preludiando la actuación de Chris Potter, a los saxos; Dave Holland, contrabajo; Lionel Loeke, guitarra; y Eric Harland, batería; un cuarteto sin líder, o con cuatro líderes, como se prefiera. Seguirá, el viernes, la más singular de las noches brasileñas protagonizada por una intérprete judía radicada en Nueva York y dos flamencos de genio y tronío. “¿Y de Brasil, quién viene?”, se preguntará el lector. Absolutamente nadie.

Que no es necesario bañarse todos los días en las tibias aguas de Ipanema para tocar Aquarela do Brasil, lo demostrará Anat Cohen en su inicial homenaje a la tierra que vio nacer a Antônio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim (más conocido como Antonio Carlos Jobim), y Neymar da Silva Santos Júnior (alias Neymar Jr.). Ella tocando el clarinete, y Reiner Elizarde, (Negrón), y Jeff Ballard, tocando el contrabajo y la batería, respectivamente. Seguirán Estrella Morente y Niño Josele con su disco brasileño Amar en paz y Fernando Trueba, que les juntó y estará en el palco de autoridades. Se habla de un disco que es más que un disco, “un encuentro de belleza y melancolía”, según lo define Bernardo Araujo en su comentario crítico publicado en el diario brasileño O Globo. Algún miembro de la organización se lo ha deslizado al abajo firmante: “No lo digas, pero es posible que Anat Cohen salga a escena para tocar con ellos un tema”. ¿Será o no será? La solución, el próximo viernes.

Instrumentos inusuales

Las sesiones vespertinas del Principal dedicadas a los talentos en ciernes permitirán escuchar el primer concierto de solo-arpa en la historia del festival, a cargo del colombiano Edmar Castañeda (viernes 17); otro que tal, el acordeonista Vincent Periani, viene a reivindicar el papel de su instrumento sin apenas tradición dentro del jazz (jueves 16). Las actuaciones de ambos precederán la del joven prodigio del saxofón, James Brandon Lewis, al frente de su trío, presentando su nuevo disco: Days of freeman (sábado 18).

Finalizarán las calientes noches de jazz en el Mendi con la actuación 2 en 1 de los pianistas Chick Corea y Herbie Hancock, primero por separado, y juntos después, en lo que será una puesta al día de su primera reunión hace ya medio siglo. Nada como un duelo de pianos para finalizar un festival de jazz o de lo que sea; todavía más si los protagonistas son dos leyendas incontestables del jazz. Y sí, pero no: “Pocas cosas hay más peligrosas para un pianista de jazz que tocar con otro pianista de jazz”. Las palabras del cubano Gonzalo Rubalcaba subrayan la fragilidad de una fórmula que levanta no pocas suspicacias aún entre los propios músicos. El crítico, hasta verlo, se reserva su opinión.

El off festival

Como todo festival que se precie, el de Vitoria cuenta con su programación paralela diseminada a lo largo y ancho de la ciudad, sus clubes y plazas; sin olvidarse de las jam sessions que cada noche se suceden en el hotel Canciller Ayala, donde lo importante es participar y lo complicado, abrirse paso por entre la multitud. A cargo de las mismas se encontrarán el pianista Eric Red y el quinteto de Kenny Blues Boss Wayne.

El hermanísimo Marsalis Jason actúa con su cuarteto

De repente, un trompetazo. Los empleados de hostelería, se nos aclara, que están de "mani" a la puerta del teatro. Impertérritos, los componentes del cuarteto del menor de los Marsalis, bautizado con el muy pomposo nombre de The 21st Century Trad Band, sacan pecho bajo su indumentaria pret a porter inspirada quién sabe si en el sobrio clasicismo del Modern Jazz Quartet. Detrás de cada pieza, una declaración de intenciones: "Sé tú mismo", nos recomienda el líder antes de interpretar Offbeat personality. Viniendo de donde viene, a Jason Marsalis —vibrafonista, compositor— el valor se le supone por más que no haya encontrado su lugar entre los nuevos valores del jazz. Cuestión de carisma, o de su falta. En este nuevo proyecto tras Los Hombres Calientes (el nombrecito…), su mirada se dirige hacia los ilustres pioneros del vibráfono; lo que no suena a Milt Jackson suena a Lionel Hampton. Que todas las piezas sean originales no significa que las interpretaciones lo sean. La suya es una música con alma y corazón, pero sin vida. El marco en ella parece más importante que la sustancia, algo que le aleja del modelo que la inspira en la medida que le acerca al clasicismo en jazz, en la versión del mayor de los Marsalis. Tampoco es que el sonido ayudara: sobraban vatios y faltaba claridad. Las piezas se sucedieron: Nights in Brooklyn, recuerdo de cuando el líder vivía en el barrio neoyorquino; The man with two left feet, una excentricidad demodé no exenta de encanto: el tipo de música que uno no espera escuchar en un festival de jazz en el 2015. Afuera, las trompetas del Apocalipsis sindical nos recuerdan en qué siglo estamos. El tiempo sigue su curso.

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