Nada es gratis
Raúl Rubio Munárriz, director creativo de 'Rime', da su visión sobre las subvenciones y el panorama español del videojuego
Entiendo a ambas partes, y el malestar generado entre los indies. Al fin y al cabo, las ayudas más útiles son para aquellos que empiezan, no para las grandes empresas. Sin embargo, y esto es esencial, también puedo entender perfectamente que se demanden garantías mínimas. Porque hay que matizar que estamos hablando de préstamos, no de subvenciones. Para dejarlo bien claro: Solo el 10% de la cantidad recibida es a fondo perdido; el 90% restante es un préstamo a devolver en 5 años.
El sistema de ayudas no es diferente al planteamiento de negocio de un publisher basado en adelanto de royalties. La diferencia es que en el caso de las ayudas las condiciones son mucho más ventajosas para los desarrolladores. La IP o Propiedad Intelectual no está en juego, no hay marcaje creativo férreo, el proceso exige seguimiento basado en hitos o milestones (obligatorio para cualquier producción seria).
Se pide un presupuesto mínimo de 100.000€. Puede parecer alto, pero está ajustado a la realidad del coste medio de un desarrollo hoy día. El presupuesto de un juego indie ahora mismo raramente baja de esa cantidad. Me explico: Podríamos pensar que como para los indies pequeños (amigos, estudiantes, aficionados) todo queda en casa y lo hacen sus ratos libres, no cuesta nada. Eso no es cierto, incluso si te mantienen para que tú puedas crear, no es gratis. El tiempo es dinero y hay unos costes básicos de manutención, electricidad, internet, equipos, etc. que sí, se pueden mantener bajos cuando lo haces tú sólo. Pero ahí están.
Cuanto tienes que contar con el talento de otros, ya eres una empresa. Tienes que darte de alta de autónomo, lidiar con cuotas seguridad social (o tratar con una asesoría), alquilar un sitio en el que reunirse (tu cocina no puede ser un asentamiento permanente), o incluso si no es así, licencias de software, procesos de certificación, QA, calificación por edades y un largo etcétera.
¿Bajar el mínimo a 50.000 habría sido más acorde con la realidad actual de la mayoría de estudios de desarrollo patrios? Quizás, pero no nos engañemos, el coste medio anual de un equipo de 2 personas a tiempo completo supera esa cantidad (entre salarios, hardware, software, costes fijos como alquiler, electricidad, internet, material de oficina, etc.).
Esto es sólo una pequeña muestra del día a día de un estudio. Entiendo la frustración de nuevos y pequeños creadores por quedarse fuera. Entiendo que las instituciones no estén por la labor de empezar a lanzar caramelos en plan cabalgata de Reyes. A ellos les interesa que ese capital fluya y de rentabilidad. Ser una empresa otorga una garantía (porque mantener y gestionar una compañía no es moco de pavo). Además, se exige una cierta antigüedad. Puedes ser una empresa unipersonal, nadie lo impide. Pero hay que jugar según las reglas. Nada es gratis.
Por todo ello, es normal que los responsables del ministerio quieran contar con la garantía de que está prestando el dinero a gente seria que cumplirán su parte del trato y devolverán la cantidad que les confiaron. No es que se fíen o dejen de fíar; se aplican baremos que determinan quién es serio basado en su experiencia y unos requisitos. No se ha mencionado, pero hay un máximo que cada equipo puede percibir, limitado por su propia estructura. Depende del capital social, lo que descarta empresas fantasma constituidas con el mínimo y a correr, e impide que golosos acaparen más de lo que pueden tragar (y devolver).
Ello no quita para que haya equipos de verdad, con trayectoria profesional constatable y estructura suficiente para llegar al mínimo, que sin embargo se han quedado fuera.A su vez, algunos de los receptores son grandes compañias que no destacan precisamente por su catálogo de ocio interactivo (ojo, nadie pone en duda que presentarán unas propuestas nuevas y originales a la altura de las expectativas). Son esas paradojas las que arquean cejas y levantan ampollas.
Ese es el verdadero debate. Y para eso, no tengo respuesta.
Babelia
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