El arrimón desesperante
Un rollo de corrida, a pesar de la buena voluntad del fino Diego Urdiales
Fracasó la corrida de Joselito, debutante en San Fermín, escasa de bravura y fortaleza, sin atisbo de casta, sin fondo, ni movilidad. Toda ella fue una pasarela de toros guapos y nobles, con poca vida y muchas ganas de pasar al otro barrio sin pena ni gloria. Toros que ni embistieron ni dejaron de embestir. Toros olvidables, de esos que no facilitan el triunfo, pero tampoco justifican un fracaso.
¿Y los toreros? Jóvenes ilusionados y con buenas cartas de recomendación, se podría decir que los tres se justificaron a base de voluntad y valor. ¿O no? Depende. También es posible afirmar que a los tres les sobraron pases y más pases y les faltó un poco de imaginación —innovación, que se dice ahora— para solventar el correoso examen con algo que cercanía a los astifinos pitones. Faenas larguísimas, como es cada vez más habitual y rechazable en el toreo actual, cuajadas de altibajos, monótonas y cansinas; y, al final, un arrimón desesperante, o, tal vez, un par de tandas con las rodillas en tierra que enloquece a las peñas y les anima a sacar los pañuelos.
El Tajo/Urdiales, Morenito, Fortes
Toros de El Tajo y La Reina, bien presentados, blandos, descastados, nobles, pero sin fondo ni codicia.
Diego Urdiales: pinchazo y un descabello (ovación); pinchazo _aviso_, media y un descabello (silencio).
Morenito de Aranda: dos pinchazos y un descabello (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Jiménez Fortes: pinchazo y estocada (vuelta); estocada que asoma y dos descabellos (silencio).
Plaza de Pamplona. 8 de julio. Segunda corrida de la feria de San Fermín. Lleno.
En fin, un rollo de corrida, a pesar de la buena voluntad del fino Diego Urdiales, que fue de menos a más ante su primero y no llegó a las alturas; solo detalles sueltos en una labor sin unidad ni engranaje. Al toro le faltó fuerza, y al torero, quizá, más ambición. Menos opciones le ofreció el cuarto, sin fuelle para embestir, con el que se justificó y aburrió.
Moribundo llegó al tercio final el primero de Morenito y el torero se limitó a despedirlo, no sin antes intentar que resucitara un poquito, lo que fue imposible. Un arrimón con bastante aspaviento se dio ante el parado quinto, que remató con un desplante arrodillado de espaldas a su oponente que no derivó en oreja porque pinchó con la espada.
Valentísimo Fortes; a veces, sereno y templado, y otras, irracional y a merced de sus toros. Se llevó un revolcón en un alarde de rodillas ante su primero, y se empeñó en dar circulares al deslucido sexto.
Una tarde para el olvido: nada de interés con el capote, algún natural aislado de Urdiales, otros meritorios de un ilusionado Fortes, y, eso sí, dos grandes pares de banderillas de David Adalid.
Babelia
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