Tokio, Tijuana, el cosmos
En el mismo núcleo de la naturaleza humana está el deseo de encontrar un significado a las cosas.
Una de las garras de Babel, de Alejandro González Iñárritu, es su estructura de patchwork o mosaico narrativo, donde la bala que dispara un niño en los eriales de Marruecos puede tardar media película en llegar al cuello de su víctima, donde un capítulo puede transcurrir en un Tokio refulgente y el siguiente en la Tijuana fronteriza, donde cada retazo de la historia —cada tesela del mosaico— carece de sentido hasta que encuentra su sitio en la colcha entera y de repente todo encaja.
En el mismo núcleo de la naturaleza humana está el deseo de encontrar un significado a las cosas, la sed impetuosa de entender el mundo, y el director se aprovecha aquí, por tanto, de nuestro instinto más básico para agarrarnos del cuello y arrastrarnos mordiendo el polvo por su historia turbadora y terrible.
Esta técnica es una invención de Aldous Huxley, seguramente, que la introdujo en su novela Contrapunto, de 1928, que él mismo consideraba su obra más ambiciosa. Como declara el propio título, Huxley tomó prestada la idea de la música, cuyas variaciones y modulaciones evocan en el oyente un sentimiento similar de ansiedad y sed de resolución, un instinto cognitivo. Y sin duda fue Cela quien la popularizó en la literatura española dos décadas después con La colmena. Los precedentes parciales en el cine son sin duda numerosos, aunque el que mejor me viene a la cabeza ahora mismo es Vidas cruzadas, de Robert Altman.
El contrapunto narrativo es una excelente metáfora del descubrimiento científico, o incluso del progreso del conocimiento. Primero no hay más que manzanas cayendo, planetas oscilando y la mar subiendo, y solo después el Iñárritu de la física —Isaac Newton— nos enseña la colcha entera: la gravedad, el mosaico que explica cada tesela. En la primera escena sale la luz, en la segunda un imán y en la tercera la electricidad, y no se entiende nada hasta que Maxwell revela que no son más que fragmentos narrativos de una película redonda, la fuerza electromagnética, y de pronto la luz se hace en las ciudades y todo cambia. Primero salen la materia, la energía, el espacio y el tiempo y después llega Einstein, el super-Iñárritu que mira desde tan alto que ve significados donde los de abajo solo perciben ruido y sombra. Así se escribe la historia del conocimiento.
Siento que usted haya leído esto en la playa. Debió irse antes al chiringuito.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.