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Triunfo de un efectista Padilla ante toros inválidos en la feria de Granada

Alejandro Talavante cortó tres orejas en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda

El diestro Juan José Padilla, que cortó una oreja de cada toro de su lote, salió a hombros en el tercer festejo de abono de la Feria del Corpus de Granada, un festejo aburrido y tedioso, condicionado sobremanera por el nulo juego de los toros.

Con poco más de un cuarto de entrada, se lidiaron cuatro toros de Torrehandilla y dos -primero y segundo, éste como sobrero- de Torreherberos, justos de presencia, sin fuerzas ni casta.

Juan José Padilla: estocada ligeramente atravesada (oreja); y metisaca y estocada contraria (oreja); Francisco Rivera Ordóñez: pinchazo y estocada caída (silencio); y estocada desprendida (oreja), y Sebastián Castella: media trasera y estocada trasera (palmas); y media caída (silencio).

Padilla estuvo aseado en su primero, siguiendo los cánones de su toreo tanto en el capote como en las tres primeras tandas por el pitón derecho. Cuando recurrió al efectismo, la faena bajó de tono aunque agradó al público. Cortó una oreja. En el segundo de su lote, en el que pasó un trago con el capote al quedarse descubierto en una larga cambiada, hizo una faena de cercanías a un toro blando y sin raza al que provocó las embestidas, volviendo a recurrir al arrimón que tanto gusta en los tendidos. En ambos toros anduvo fácil y entregado con las banderillas.

Rivera Ordóñez estuvo gris y plomizo con su inválido primero, con el que formó un tándem que sólo llevó el aburrimiento y la desesperación a los tendidos. Con el quinto, al que banderilleó con soltura y clavando en buen sitio, no pudo redondear faena. Era un toro blando y sin raza, al que toreó con muletazos de uno en uno sin demasiadas apreturas.

Castella se encontró en primer lugar con un toro desrazado, al que tuvo que provocar las embestidas, recurriendo al arrimón y al medio pase. Aún peor fue el sexto, un manso al que fue imposible sacar de tablas. Ni quería pelea ni tuvo un muletazo.

Triunfo de Talavante en Sanlúcar

El diestro Alejandro Talavante, que cortó tres orejas, fue el triunfador del festejo celebrado en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, con motivo de su feria de la Manzanilla.

Con tres cuartos de entrada, se lidiaron toros de Santiago Domecq, bien presentados, descastados y deslucidos, a excepción del sexto, que fue el de más clase.

Enrique Ponce, silencio y vuelta al ruedo; Morante de la Puebla, silencio y ovación, y Alejandro Talavante, dos orejas y oreja.

El primer toro de Enrique Ponce fue un animal descastado, que se negó en redondo a pasar en la muleta. Por si fuera poco, el valenciano lo despachó de un sartenazo infame. Su segundo fue un burraco de bonita lámina, con clase en las embestidas, lo que permitió exprimirlo por el pitón derecho. Al natural, el toro, que iba a menos, hizo amago de rajarse, y Ponce volvió al toreo en redondo para cerrar faena con templados pasajes y un cambio de mano de auténtico cartel, amén de varios detalles por bajo y su ya famosa 'poncina' que levantaron al público de los tendidos. Falló con la espada y perdió opción de tocar pelo, por lo que tuvo que conformarse con una vuelta al ruedo.

Morante de la Puebla se lució a la verónica en el saludo capotero a su primero, al que castigaron mucho en el caballo, lo que, sumado a su blanca y deslucido condición, hizo que se defendiera, lo que impidió que el sevillano pudiera lucirse. Su segundo fue un toro sin casta, que se defendía, y con el que sólo destacó en una tanda en redondo.

Talavante sacó a los tendidos del aburrimiento al interpretar un quite por chicuelinas en su primero. El arranque de faena, un primor, a base de estatuarios en los medios y toreo al natural sin enmendarse, toreando, a continuación, con largura y temple. El toro clavó los pitones en la arena de tanto someterlo y cambió su condición, motivo por el que el toreo en redondo instrumentado por Talavante no tuvo la chispa ni la gracia del inicio de faena. Remató su faena con manoletinas y colocó un volapié perfecto. Dos orejas.

El sexto de la tarde fue el de más clase, y Talavante lo toreó con pulcritud y buen gusto al natural. Una faena en los medios que no llegó a calar lo que debió en el tendido.

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