Claroscuro porvenir del toreo a caballo
Tres chavales que representan el porvenir de este arte no fueron capaces de divertir a la generosa a quienes acudieron a Las Ventas
El toreo a caballo tiene un horizonte complicado a tenor de lo acaecido ayer en Las Ventas. Tres chavales que representan el porvenir de este arte no fueron capaces de divertir a la generosa parroquia que acudió dispuesta a aplaudir sin exigencia alguna.
El problema reside, quizá, en el brillantísimo momento del que disfrutan las tres o cuatro figuras que están en la cima y que han escalado peldaños que hace unos años parecían imposibles. Hoy, esos nombres son la referencia fundamental, y casi única, del toreo a caballo.
Benítez/Moura, Romero, Valdenebro
Cinco toros despuntados para rejoneo de José Benítez Cubero -el sexto, devuelto y sustituido por otro del mismo hierro-, y uno, el tercero, de Pallarés, correctos de presentación, mansurrones y descastados.
Joao Moura: rejón trasero y caído (ovación); rejón muy trasero (oreja).
Andrés Romero: pinchazo (silencio); tres pinchazos y bajonazo (palmas y algunos pitos).
Luis Valdenebro: dos pinchazos (ovación); cinco pinchazos y bajonazo (silencio).
Plaza de las Ventas. 30 de mayo. Vigésimo tercera corrida de la feria de San Isidro. Más de media plaza.
Aparecen, después, tres jóvenes como Moura, Romero y Valdenebro, y queda de manifiesto que es tal la distancia que les separa de sur mayores que les cuesta un mundo arrancar unas palmas porque ese público espera la genialidad de los grandes, su experiencia, sus innovaciones, su espectacularidad… Y nada de eso sucedió ayer.
Animosos y decididos, la actuación en conjunto de los tres no alcanzó los niveles exigidos hoy en el toreo a caballo; se salvó de la quema, quizá, Valdenebro, al que todavía le queda mucho camino por andar, pero, al menos, emocionó a la plaza con un sentido muy torero del temple.
La corrida de hoy
Toros de Baltasar Ibán, para los diestros Fernando Robleño, Serafín Marín y Luis Bolívar.
Ni Moura ni Romero brillaron como ellos pretendieron. El toreo del portugués es correcto, con escasos momentos de brillantez. Coloca rejones y banderillas al modo moderno, lo que significa a toro pasado, más allá de la grupa del caballo. Es verdad que su lote fue manso y rajado, pero su actuación no pasó de anodina a pesar de la benévola oreja que cortó.
El onubense Andrés Romero ha dado un preocupante paso atrás. Muy inseguro y errático a la hora de clavar, ofreció una muy pobre impresión. Ambos dedicaron parte de sus energías en animar al público para conseguir sin éxito su favor. Tras la muerte de sus dos toros, Moura corrió como un descosido, primero, hasta el centro del ruedo, y, después, por su caballo para promover el flamear de pañuelos. Y la treta le dio resultado: cortó una oreja a todas luces inmerecida.
El más interesante de los tres fue Luis Valdenebro; inexperto todavía dio en su primero toda una inmejorable lección de temple cuando, montando a Escondido, completó una vuelta al ruedo con los pitones del toro pegados a la piel del caballo, que no le perdió la cara en ningún momento. Fue una secuencia de enorme torería. No desmereció ante el sexto, pero falló de manera estrepitosa con el rejón de muerte y todo se diluyó
A los tres les queda aún mucho entrenamiento por delante en el campo, muchas corridas en plazas de menor categoría, mejorar sus cuadras y alcanzar niveles de torería de los que carecen. No vale presentarse en Madrid solo con la ilusión de la juventud.
Babelia
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