Un estreno en femenino
La escritora Dolores Redondo se convierte en la primera mujer en leer el pregón de la Feria
A mediodía, la reina Sofía, inauguraba la Feria del Libro de Madrid con un paseo de cerca de dos horas. La acompañaba de rosa pálido, a tono con la nostalgia que precede el retiro, la alcaldesa saliente, Ana Botella. A las siete de la tarde, ya en código de tarde nublada pero preñada de esperanza, dio el pregón la autora Dolores Redondo —primera mujer en la historia de la Feria que lo hacía— y a las ocho y media la chilena Carla Guelfenbein recibía el Premio Alfaguara en el primer sarao de muchos que vendrán estos días…
Si esta nueva edición de la fiesta del libro no ha empezado su, ojalá, bendita narrativa del optimismo en género femenino, que se nos aparezca como seguidora de Manuela Carmena la mismísima Virgen de la Almudena.
Femenino también es el cartel de Fernando Vicente, con una mujer sonriente que recoge entre las manos un libro atravesado por una flecha. Un tanto decepcionado se mostraba el artista al no poder lucirlo a lo grande en banderines ni estandartes por falta de presupuesto. Pero contento, sin embargo, porque su dibujo sí va a atravesar las casetas impreso en las bolsas de los compradores.
Este año, editores y libreros esperan que dichas bolsas proliferen y se llenen de títulos para así cambiar el generalizado ambiente de chasco que vive la industria desde 2009. El pasado día de San Jordi, con un aumento en torno al 5% de las ventas, les mantiene expectantes, “aunque cautelosos”, como admitía Emili Rosales (Destino).
Femenino era uno de los primeros títulos que le entregaron a doña Sofía: La bestia, de Álex Flinn, novela con tapa gótica que recogió en la caseta de la editorial Versátil/Nocturna. Un tanto asustada, la atenta monarca en discreta pero activa excedencia siguió su zigzagueo, haciéndose fotos —incluso valiéndose de Botella como palo selfie, para que apretara el botón de alguna— y fue recalando en Visor, Venir a Cuento, la Rafael Alberti, La fábrica, el stand de Babelia, donde posó como posible portada de un hipotético número real, o en Penguin Random House, donde se empeñó en comprar, y no que le regalaran, el libro La sangre de los inocentes, de Julia Navarro.
Antes había dado muestras de toda una lección de picoteo variopinto deteniéndose en puestos donde saciar su pasión por la ecología, aprovisionarse de títulos para sus nietos, mostrar interés por la literatura de calidad en el rincón de Anagrama —donde le regalaron El hambre, de Martín Caparrós— y cuestionar que los líderes mundiales se dejaran el alma en resolver problemas como la desigualdad. Fue al agarrar el título Repensar la pobreza, de Abhijit V. Banerjee y la recientemente galardonada con el Premio Princesa de Asturias Esther Duflo, cuando la reina preguntó: “¿Y quién le pone a esto remedio?”.
Lo que quizás no llegue a los niveles de vacas gordas del pasado, pero sí cuente con claves presentes para interesar a nuevos lectores, es el cóctel de novela negra que esparce Dolores Redondo, con sus más de 400.000 ejemplares vendidos de sus tramas dulcificadas con txatxingorri servido en los títulos de su trilogía del Baztan. Redondo leyó un pregón en que dictaminó el fin del encierro del autor autista: “Mi fórmula es fidelizar a los lectores, salir a su encuentro. En la feria hay que recuperar el orgullo y esa esperanza con la que sus fundadores la iniciaron. De nada sirve ya quejarse, hay que ir puerta a puerta, atendiendo a quienes confían en nosotros”.
Es algo que le gustaría aplicarse a Carla Guelfenbein, que ha recibido de manos, entre otros de Javier Cercas, el premio Alfaguara 2015 por su novela Contigo en la distancia. A esa fidelizacion, la autora chilena, quisiera conseguir transmitir a los lectores de su obra premiada, una "complejidad bañada de transparencia". Pócima de riesgo para esta autora chilena que llega a Madrid dispuesta a entablar su particular idilio con su público.
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