Perú recupera 100 años de ilustración para niños
La muestra Mi casa es linda recobra la obra gráfica de la literatura infantil peruana
Escalones de libros gigantes dan a una ventana donde una madre vigila que su hijo no tropiece; en la misma sala, una radio toca una cumbia y la pared muestra a una abuela que baila con un ser imaginario equipado con un viejo casco de buceo mientras prepara el desayuno a su nieto: la muestra Mi casa es linda rescata 100 años de ilustradores de literatura infantil peruana, un rubro que nunca antes había sido investigado, indica Carlos Maza, asesor de la exposición organizada por la Casa de la Literatura Peruana.
El recorrido por siete salas de la Casa, ubicada en el centro de Lima, empieza con Alida Elguera, autora de Juguetes, el primer libro de cuentos para niños en Perú, de 1929, ilustrado por el pintor Jorge Vinatea Reinoso. E incluye un descubrimiento de la vanguardia regional: la obra ilustrada con grabados Niños del Kollao, hecha en 1937 por José Portugal, un maestro rural aymara en una comunidad de Puno, en la frontera con Bolivia.
“Los historiadores han documentado la presencia de la vanguardia de América Latina de principios del siglo XX en Puno, Portugal fue un adelantado a su tiempo que enseñó en un colegio experimental”, explica Maza. El curador de la muestra, Daniel Contreras, añade que el único ejemplar existente es el que está en exhibición. “Portugal estuvo en contacto con el círculo pictórico Laykakota y el grupo literario Orkopata, pero también conoció el trabajo fotográfico de Martín Chambi, con el que hay un diálogo visual en el libro”, explica.
Milagros Saldarriaga, directora de la Casa de la Literatura Peruana, comentó que gracias a la cercanía de la institución con maestros y alumnos, notaron que “la lectura de las ilustraciones (en los libros para niños) no se está dando de una manera competente, o, por ejemplo, no conocen la relación de esta tradición de ilustradores con el álbum ilustrado”.
Saldarriaga anunció una extensión de la muestra en la Biblioteca Pública de Lima, que cuenta con un espacio infantil, “porque mucho de lo encontrado en la investigación para esta exposición, no lo pudimos incluir”.
En una sala dedicada al Centro para la Difusión de la Literatura Infantil (Cedili) los visitantes pueden sentarse a leer decenas de obras para niños publicadas de autores como Oscar Colchado, Jorge Díaz Herrera, César Vallejo, Alfonsina Barrionuevo, Javier Sologuren, Margarita Jaramillo y Luis Nieto Degregori. Allí también está la edición bilingüe ashaninka-español Cuentos pintados del Perú (Kenkitsarentsipaye Potsotaantsi Ashi Pero), de Enrique Casanto.
Juegos y dibujos
Saldarriaga destacó un rasgo de los adultos que visitan las salas del trabajo de Carlota Carvallo de Núñez y Charo Núñez —madre e hija— y de Gredna Landoldt, cuyos dibujos eran el corazón de los libros escolares en las décadas de los 70 y 80: “Hay una reacción interesante que muestra una relación afectiva entre el estudiante y sus libros”, anota.
“En la sala de la ilustración de Gabriel Alayza bailan (con la cumbia); no lo habíamos provocado, pero juegan mucho en general”, describe Saldarriaga acerca de las visitas de escolares: 19 colegios han asistido en una semana.
Según Maza, los escolares también se interesan por conocer los viejos sistemas de impresión cuando ven, en los originales de las editoriales Peisa y Tarea, la impresión en blanco y negro y solo un color adicional (rojo), o las indicaciones de color de la artista Nobuko Tadokoro sobre papel canson transparente y una segunda capa del dibujo en tinta china.
Los organizadores notan que la ilustración infantil peruana no ha merecido antes la atención de la academia, y que es precaria la condición de los ilustradores. Alejandra Mitrani y Elisenda Estrems, por ejemplo, abandonaron este rubro y pasaron a la publicidad. La exhibición incluye trabajos de Consuelo Amat y León, Leslie Umezaki, Christia Ayuni e Issa Watanabe, entre otros.
Babelia
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