La voz del dolor
En este mundo de sufrimiento femenino no hay abuelas, ni madres que sufran por las desdichas de la protagonista: sólo los restos de una desestructuración familiar
El sufrimiento de los personajes femeninos –encarnados, con frecuencia, en la figura de madres o abuelas con portentosa capacidad de sacrificio- es la piedra angular de una larga tradición en el contexto del melodrama coreano, que trasciende lo cinematográfico para infiltrarse también en el discurso del culebrón televisivo. En Madre (2009) y Poesía (2010), dos cineastas como Bong Joon-ho y Lee Changdong alteraron de manera radical toda esa memoria colectiva enfrentando al arquetipo con un insalvable dilema moral que desembocaba en dos maneras tan contrastadas como heterodoxas de gestionar la culpa. Princesa, opera prima de Lee Su-jin, podría completar con esas dos películas mencionadas una trilogía involuntaria, un completo tríptico sobre las tres edades del sufrimiento femenino en una Corea del Sur marcada por las fracturas generacionales, la cotidianidad de la violencia, la protección social del verdugo en el seno de un sociedad visiblemente misógina y la desprotección y exclusión de las víctimas.
Princesa
Dirección: Lee Su-jin
Intérpretes: Chun Woo-he, Jeong In-seon, Kim So-Young, Lee Yeong-ran, Baek Ji-won, Jeong Han-bin, Kim Choeyongjun, Kim Jung-suk, Kim Hyun Joon.
Género: drama.
Corea del Sur, 2013.
Duración: 112 minutos.
En una escena, la protagonista canta en solitario, mientras la observan las compañeras de su nuevo instituto. Una de ellas hace un comentario sobre su voz: una voz tan triste solo puede emerger tras un tremendo hecho traumático. El cineasta dosifica la información con endiablada y pertinente eficacia y no conviene aquí desvelar nada: lo poco que, al principio, sabe el espectador de la protagonista es que ha tenido que abandonar su residencia habitual, cambiar de instituto… en suma, desaparecer, como la portadora de un estigma. En su mundo no hay ni abuelas, ni madres que sufran por sus desdichas: sólo los restos de una desestructuración familiar, un padre y una madre ausentes (cada uno aferrado a su propia y desesperada tabla de salvación tras el naufragio) que, cuando concurren en el relato, aportan importante información sobre el estado espiritual de una sociedad marcada por la muerte del afecto. Lee Su-jin es un excelente retratista de trazo impresionista y conciso: también la anfitriona de la protagonista en su nueva residencia/exilio suma capas de complejidad a este melodrama íntimo enmarcado en un desastre moral colectivo.
Al parecer Martin Scorsese cayó rendido a los pies de esta película ambiciosa, que parece mimetizar en sus modos de expresión la ingravidez, delicadeza y vulnerabilidad de su heroína… Años atrás, al frente de su World Cinema Project, el propio Scorsese contribuyó a la preservación y difusión en Occidente de Hanyo (1960) de Kim-ki Young, obra fundacional del moderno melodrama coreano. El premio que Scorsese otorgó a Princesa en el festival de Marrakech es, pues, una excelente manera de cerrar ese círculo.
Babelia
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