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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La belleza de la nada

El colmo de la belleza es hacerse única a causa de su firmeza en la sencillez. Y el desnudo total todavía logra ser provocador

El 50 aniversario de la muerte de Le Corbusier coincide con el 25 aniversario de Joyce,el mensual femenino que dirige María Eugenia Alberti con un pulso sin temblor.

Y sin temblor porque su vibración habría sido un ornato y los ornamentos son crímenes como aseguraba Loos. Arquitectura y moda se han relacionado a menudo bajo un parecido patrón. Sus estructuras, sus colores, sus poéticas pertenecen a un universo cercano. Si cada imagen es una opinión —dice Joyce— no hay estética más contundente que la lisura, la recta, la seriedad del blanco y negro y el encanto de no adjetivar.

“El colmo de la sofisticación es la extrema sencillez”. El colmo de la belleza es hacerse única a causa de su firmeza. De ahí que el minimalismo haya dejado helados a los espíritus sin formación y fuera, sin embargo, para los místicos, la mayor elocuencia. “Un vestido elegante es aquél que pasa desapercibido en el metro y hace volver la cabeza en los salones”, decía Dior. Y de aquí la definición perfecta del simplismo en la arquitectura de Le Corbusier o en modistos como Johji Yamamoto, Consuelo Castiglioni, Haidi Ackerman o el Armani de los primeros tiempos.

De hecho, el “desnudo total” logra todavía ser provocador. Parece extraño cuando ya parece que se ha visto todo en nuestros días, pero incluso en un barrio de Londres, Brick Lane, se han sublevado contra un desnudo de Cara Delevingne y en Madrid, la imagen desnuda de Gisele Bündchen turba a los que se arraciman en las paradas de los autobuses. Una y otra supermodelo anuncian perfumes (esencia de lo esencial) y ambas reproducen al revés los escándalos de quienes se quitan las ropas en los maratones feministas, los parlamentos y las carreras ecologistas.

El desnudo viene a ser tan inseparable de las obras de arte más clásicas como de las manifestaciones actuales. No tener nada encima viene a ser un gesto de honradez frente a lo re-vestido. La nada frente al disfraz.

Nos confundía, hace años, Brigitte Bardot cuando insinuaba que iba a ponerse en cueros y nos emborrachó Bukowsky con su profusa y turbulenta vida en pelotas. Y Arder en el agua fue el título de un conjunto de poemas escritos por este maestro de la “sofisticación inversa”.

Gisele Bündchen —que no se nos va de la cabeza— abandona ahora las pasarelas porque a sus 35 años cree que su desnudo ha perdido el punto crítico de la atracción. “Una mujer guapa —escuché en el reciente homenaje a Umbral— tiene 15 años de vida”. Pero ¿qué mujer puede resignarse a esta perruna longevidad? Nicole Kidman, Sandra Bullock, Meg Ryan, Demi Moore, Daryl Hannah, Courtney Cox, se han operado para sacarse el maldito adorno de la edad.

Pero aún, injustamente, no es lo mismo para las mujeres que para los hombres. Le Corbusier murió a los 78 años, nadando, triunfando, planeando y sin hacerse un retoque en su catadura. Kim Novack, sin embargo, mujer de “vértigo”, que ahora tiene una edad parecida a la de aquel arquitecto estrella, hace mucho tiempo que no la llaman para un socorrido papel semiestelar.

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