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LUGAR COMÚN
Columna
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Los personajes

Félix de Azúa

Hay un tipo de novela que me parece muy interesante y sin embargo es cada día más infrecuente. Me refiero a esos relatos continuados que apenas tienen hilazón o argumento porque son más bien una vasta galería de personajes, como la sala en donde el fotógrafo profesional muestra su genio artístico. Allí se ve a los niños de primera comunión, a los matrimonios siempre compuestos en diagonal, a las coristas de labios gruesos y oscuros. Cada foto lleva la firma del autor pintada en blanco.

Estoy usando el presente y me sobresalta mi inocencia porque ya no hay salas de fotografía como aquellas en las que los inmigrantes de pueblos lejanos se hacían la foto muy bien iluminada, con el bigotito recto y un repeine de brillos acharolados para enviar a los padres que habían quedado en el pueblo de origen.

Quizás por eso me gusta el género de novela compuesta por decenas de personajes que, como retratos de aparato, van dándonos una idea de múltiples destinos caprichosos y banales. No sólo novelas, hay también películas compuestas de ese modo, con una multitud de personajes que, sin relación entre sí, forman un gran fresco, así Nashville, de Robert Altman.

En nuestra literatura hay casos magníficos, como Las noches del Buen Retiro, de Baroja, aunque la más famosa es La colmena, que aún y siendo de Camilo José Cela me parece una obra meritoria. Le falta, claro, la malevolencia que tenía La ronda, de Schnitzler, en la que también se presentan personajes en sucesión, pero el lector sabe que irán quedando unidos por un hilo mortal y oculto, la sífilis que se van infectando los unos a los otros.

Esta viñeta del viejo fotógrafo y el coleccionista de caracteres me la ha recordado un libro que leo con retraso, Pronto seremos felices, de Ignacio Vidal-Folch, en el que va desfilando personaje tras personaje sin necesidad ninguna de argumento o de unidad, aunque también ellos, como en el libro de Schnitzler, tienen algo en común que nunca se subraya: todos son víctimas de diferentes regímenes comunistas, el soviético, el rumano, el búlgaro, el checo, el húngaro que los machaca sin misericordia. Todos han sido aplastados por sus propios conciudadanos. Un libro para los de Podemos.

Vidal-Folch tiene el talento del verdadero experto en personajes, a los cuales, como Nabokov a sus lepidópteros o Jünger a sus coleópteros, sabe atravesarles el alma con el alfiler de su inteligencia sin quebrarles un élitro. Vidal-Folch ha vivido años en cada uno de los escenarios que describe. Les tiene apego, aun cuando conoce la tortura que suponía vivir en ellos. Sus personajes, buenos o malvados, liados cobardemente con el régimen o luchadores ya desvencijados por la policía, la familia o los vecinos, son siempre tratados con delicadeza.

No es, desde luego, un fotógrafo de bodas y bautizos, más bien todo lo contrario, alguien que, como Cindy Sherman, sabe reconstruir los stills del cine de los años cincuenta de modo que asume su parte ridícula, su parte turbadora, su parte inquietante o desesperada o sublime. Están todos en su corazón a pesar de la objetividad fotográfica de la prosa. Esta novela contiene cien novelas.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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