No todas las ausencias son iguales
“Yo no hago más que llorarte Paco, ya sé que tu no querrías que fuera así, pero entiéndeme”
Hay vacíos y vacíos y hay ausencias y ausencias... Y hay cosas que parecen y cosas que no son. Y en el caso de Paco hay cosas que son y ni siquiera me creerían si las contara. En el nombre de lo excelso, lo divino, lo que nos hace diferentes, lo que nos salva de nuestro invierno.
Le reclamo al destino la crueldad de esa constante y maldita sensación de que, irremediablemente, se van los mejores, mientras que los que no importan duran más que el sol. Fui un privilegiado por coincidir con Paco, en el tiempo y en el pensamiento y también tuve suerte de poder aprender con su existencia. Como el árbol aprende de cada estación. Como la tierra aprende con cada giro.
En este tiempo de informes deformes nunca me decepcionó, ni por defecto ni por excesivo… y es que lo auténtico no se mece en los flecos de la opinión, ni el acierto. Simplemente flota por encima de las cabezas que arden desesperadas peinándose el fuego. Su presencia en mi existencia la tomo como un guiño de la vida.
Mi compadre generoso lanzaba ecuaciones resueltas para matemáticos de la pena, la alegría y el ingenio; y te envolvía lo oscuro en una risa de erizo con finales sorprendentes de ramas y de simientes. Caminaba entre los surcos de mil cuerpos esforzados conquistando la corona de los reinos que se alcanzan sin apaños, que se ganan bien ganados, sin quererlo.
Fui un privilegiado por coincidir con Paco, en el tiempo y en el pensamiento
Yo no hago más que llorarte Paco, ya sé que tu no querrías que fuera así, pero entiéndeme.
Desde el foso de los que te teníamos como referencia, de los que no encontramos consuelo, de los seres humanos completos pero más huérfanos desde que te fuiste, no puedo dejar de llorarte. No por tí, sino por todos nosotros. Los que no entienden nada y los que, por tí, lo entendemos todo.
Paco te regalaba respuestas que eran como regalarte tiempo. Y lo hacía sin aspavientos, sin contárselo a nadie, con la humildad de quien no sabe ni lo que significa ser humilde porque no conoce lo que es no serlo .
Ahora que no está, gritan más los que siempre gritan, sueñan menos los que nunca chillan.
Ahora que no estás mi querido Paco ya no tiene gracia la ridiculez mezquina de los de siempre, que subidos a tu galaxia siempre tenían gracia. Ahora que no estás me arrollan las aguas negras de la corrección y la rutina. Ahora ya no puedo evitar recordar tu mirada, tus ojos clavándose en los momentos y los individuos con más autoridad que cualquier bandera y cualquier carnet. Y no puedo evitar pensar que somos todos esclavos de las tonterías, de los himnos, los colores, de las coincidencias supuestas. Qué payasos me resultan los discursos, qué ingeniosos y puros los ojos de los que sufren, qué belleza en el gesto del guerrero que no odia. Y qué pena de los que hacen, con los dedos, cuentas, y sólo les importa eso… las cuentas.
¿Quieres que te diga algo? En España desaprovechamos a nuestros genios, menospreciamos nuestra cultura y por eso tenemos ración diaria de mosqueo, de menudeo emocional, de dignidad derretida para untar. Nuestra capacidad de tragar se agranda con la velocidad con la que olvidamos a nuestros maestros.
Nunca se me olvidará la indolencia de nuestros políticos de pasarela y su incompetencia a la hora de repatriar a Paco, nunca se me olvidará la emoción de un pueblo y de los artistas del mundo entero. Nunca se me olvidará lo que pesaba tu féretro.
Quizás me lo pegó mi compadre pero río y lloro.
Río porque me enseñó Paco y lloro porque me enseñó el resto.
Hay vacíos y vacíos y hay ausencias y ausencias. Paco mío, compadre de mi alma… tú sigues gritando vivo, mientras que, aquí, siguen hablando mamones… los muertos.
Babelia
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