‘Güeros’ on the road
La cinta mexicana que triunfó en Berlín y San Sebastián se estrena este viernes en el país
Solo un puñado de personas pudo ver el año pasado en México lo que los críticos llamaron, casi de forma unánime, “la mejor película de 2014”. Güeros (rubios) llega a las pantallas este viernes arropada por una reputación envidiable. Por 12 meses estuvo arrancando ovaciones en los festivales de San Sebastián, TriBeCa y Jerusalén, entre otros. En la Berlinale triunfó como mejor ópera prima.
Güeros, de Alonso Ruizpalacios (México, 1978), eligió la estrategia probada que cintas como Heli (Amat Escalante) y Club Sándwich (Fernando Eimbcke) emprendieron. Comenzaron el periplo en el extranjero y con los kilómetros recorridos fueron cosechando aplausos, cosa que siempre ayuda a las producciones pequeñas a afrontar la cartelera mexicana, plagada de cintas de Hollywood.
El camino no será fácil. Güeros se exhibirá con 50 copias, mientras que los taquillazos americanos pueden alcanzar las 300. La cinta es una producción pequeña cargada de ironía y filmada en un blanco y negro que recuerda a Jim Jarmusch, musicalizada con canciones de Agustín Lara y tocada de cuando en cuando por versos de un joven poeta llamado Javier Peñalosa. Es una road movie ambientada en la Ciudad de México de finales del siglo XX que muestra que el aburrimiento es también una parte importante de la educación sentimental en la juventud. Sus personajes, cuatro estudiantes, emprenden un viaje para sacudirse el tedio que puso en modo de espera sus vidas la huelga en la Universidad Nacional (UNAM) de 1999, que duró más de 10 meses.
Güeros es muy chilanga, como se le llama a los habitantes del Distrito Federal. Un nostálgico blanco y negro permitió darle a monstruo habitado por 22 millones de personas una cara íntima. “Estamos tan sobreexpuestos al color. El blanco y negro te hace detenerte a ver. Son nuevos ojos para la ciudad”, dice Ruizpalacios.
Los protagonistas se mueven por la ciudad para buscar a Epigmenio Cruz, un roquero ficticio que era el preferido del padre de Tomás (Sebastián Aguirre) y el Sombra (Tenoch Huerta). La leyenda de Cruz se agranda entre los jóvenes— el grupo lo completa Ana (Ilse Salas) y Santos (Leonardo Ortizgris)— porque tiene el mérito de haber conmovido a Bob Dylan hasta las lágrimas. “Era el único que pudo haber salvado al rock nacional”, dice uno de ellos.
El director se dio cuenta de que a pesar de los localismos Güeros despertó “un fervor particular” en el extranjero. En San Sebastián, dice Ruizpalacios, “se identificaron mucho con lo que pasa en España: una crisis donde la sociedad tiene a los jóvenes perdidos y olvidados”. Los vascos lo recompensaron con el premio de la juventud. “Conectaron con estos güeyes que se están pudriendo en su departamento y los problemas que tienen para identificarse políticamente o no”, afirma el director.
Hasta ahora el cine mexicano había evitado el tema de la huelga de la UNAM, un hecho que marcó a la generación de Ruizpalacios, que vio frustrado su deseo de ingresar ahí y lo obligó a buscarse la vida en Londres, donde estudió teatro. A su regreso, mientras estaba desempleado, comenzó a escribir el guion con una idea en la cabeza: la ansiedad que provoca el no hacer nada.
El retrato de la huelga le provocó a la película algunas críticas virulentas de sectores de la izquierda. Aunque el conflicto se toca de forma tangencial permite abordar otros temas. “El rollo del racismo me interesaba mucho, y casi nunca se toca en México”, dice. En un país de criollos y mestizos palabras como güero y naco flotan con naturalidad en el aire sin que se repare en la violencia soterrada que cargan.
“Naco quiere decir nopal en ópata. Otra raíz dice que viene de nacú, relacionado con el petate que envuelve a los muertos. Nadie sabe muy bien qué significa, pero todos sabemos que es una palabra culera, despectiva y racista”, afirma. Güero, como se les llama a los de piel blanca, quiere decir “cigoto, pálido, enfermo”.
Los huelguistas de Ruizpalacios tienen los mismos vicios que su movimiento pretende erradicar de la universidad, y con ello, de la sociedad. “El racismo también está presente en los movimientos organizados y creo que la reflexión es valiosa”, afirma el director, quien se considera una persona de izquierdas. “No vamos a poder avanzar si no cuestionamos por qué hay clasismo y sexismo, por qué se descalifica con el color de la piel. Quería decir algo sobre el racismo sin dar lecciones”.
Babelia
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