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UNIVERSOS PARALELOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Agnósticos y cosmopolitas

Diego A. Manrique
El escritor y documentalista Karim Miské, autor de 'Arab jazz'.
El escritor y documentalista Karim Miské, autor de 'Arab jazz'.

Urge tomar precauciones frente a Arab jazz, la primera novela del documentalista Karim Miské, traducida al español por Eduardo Berti para Adriana Hidalgo Editora. Primero, evitar minimizarla como una obra premonitoria. Entenderán la tentación: se publicó en Francia en 2010 y, aparte de unos capítulos neoyorquinos, se desarrolla esencialmente en el Distrito 19 de París, por dónde se movieron los hermanos Kouachi, autores de la masacre de Charlie Hebdo, revista que incluso se menciona en el texto.

Y no. En Arab jazz abundan los fundamentalistas –mahometanos, judíos, cristianos- pero, más que por fantasías de guerra santa, actúan movidos por la codicia: sus cabecillas están compinchados para la distribución de una nueva droga, maravillosamente bautizada Godzwill (es decir, “voluntad de Dios”). Esas pastillas, sugiere Miské, son menos tóxicas que las versiones extremistas de los monoteísmos.

Entre paréntesis: cuesta aceptar ese reciclaje de los miembros de un grupo rapero con ambiciones profesionales en bovinos integrantes de una célula salafista. Más aún, cuando sus hermanas mantienen la cordura.

Los protagonistas de Arab jazz están en lucha contra el Mal y solo aspiran a victorias parciales

Segunda advertencia: el personaje central, Ahmed Taroudant, lee novela negra en cantidades industriales (de hecho, las compra de segunda mano, a peso). Advierte a los policías que le están investigando que el título de White jazz, de James Ellroy, no debe ser traducida literalmente: “según Ellroy, significa algo como ‘un plan retorcido montado por unos blancos’”.

Lo de Ellroy es una pista falsa: Arab jazz se parece más a Pulp fiction. Hay escenas tan cinematográficas como las gotas de sangre de un cadáver que caen sobre el lirio blanco del vecino de abajo. Encontraran flechazos improbables, criminales que aceptan resignados su destino, alguna mujer fatal. Al igual que Tarantino, Karim es un melómano, un connoisseur que inserta amorosamente sus músicas favoritas en la acción, desde “Glory box”, de Portishead, a “It’s magic”, de Dinah Washington. Al final se incluye una playlist, ahora disponible en YouTube.

Como los personajes tarantinianos, los protagonistas son eruditos en cultura popular. Los policías “tienen perfil de intelectuales cinéfilos” con formación universitaria. Jean ingresa en la Policía Judicial por “la identificación con los héroes taciturnos y nobles de las novelas que devoraba desde sus trece años de edad. Voluntad de acción condimentada con una fascinación casi erótica por la belleza de la fuerza, en el caso de Rachel, quien se identifica más con los samuráis de las películas de Kurosawa que con el Bogart del Halcón maltés”.

Portada del libro de Karim Miské.
Portada del libro de Karim Miské.

Así que no esperen realismo en Arab jazz. Oh sí, se capta el ambiente multicultural del Distrito 19: la librería del anarquista armenio, el kebab, la peluquería donde desembocan los cotilleos del barrio, la mezquita improvisada por un imam integrista. Por allí se deslizan criaturas tan fascinantes que solo pueden ser obra de una imaginación fértil, dispuesta a reventar el género que ha elegido.

Aparte de agnósticos, los policías son omniscientes. Descartan sin dudarlo al panoli sobre el que los responsables de un asesinato quieren que recaigan las sospechas. Su jefe se desentiende de las minucias: está en lucha contra el Mal y acepta que solo puede aspirar a victorias parciales. Y esa es la buena noticia: Arab jazz deja los suficientes cabos sueltos para desear que haya continuaciones.

 

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