Ampudia, un dormilón en el museo
El artista Eugenio Ampudia pasa la noche en el MAC de A Coruña con otras 11 personas Ya ha conseguido pasar la noche en el Prado, la Alhambra y el Palau de la Musica
Eugenio Ampudia duerme en el suelo. A su alrededor, una docena personas. Son cerca de las dos de la madrugada del viernes y el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa (MAC), de A Coruña, solo está iluminado por las imágenes de las obras de videoarte donde una moto recorre a alta velocidad los pasillos del Museo del Prado, se muestra el recorrido de un huracán o en las que el creador vallisoletano duerme en la Alhambra. Esta okupación es una nueva performance para ampliar la serie Dónde dormir, que ya va por su quinta entrega.
Todos han llegado preparados, con sus sacos rojos y azules, como si fueran a dormir a la intemperie. Hay hombres y mujeres, casi todos jóvenes, aunque una señora de la tercera edad ha decidido quedarse después de ver la muestra y quedar fascinada. Ella pasa la noche revisando el catálogo de la exposición y mirando detenidamente cada pieza. Otros tres no duermen ni un solo instante. Y hasta el propio Ampudia se queda despierto hasta casi las tres de la mañana conversando con algunos de los asistentes, que también son artistas.
Este es su performance más llamativo, y lo ha hecho ya unas cinco veces. “Quiero que la gente sienta que somos todos los que dormimos, no solo yo”, comentaba el artista a una hora de inaugurar la muestra Una corriente de aire el pasado jueves, que reúne por primera vez cuatro piezas de la serie. “Conseguir el permiso en el Museo del Prado fue complicado porque era el primero, nos tomó nueve meses”, explicaba, “al final, el director del Artium de Vitoria [Javier González de Durana] tuvo que llamarles diciendo que quería exponer lo que hiciéramos allí para que nos dejaran hacerlo. Y cuando estuvimos en la Biblioteca da Ajuda tuvimos que conseguir un seguro increíble, porque tienen allí pergaminos únicos. El resto han sido más sencillos”.
Como este. A la directora del centro, Carmen Fernández Rivera, le gusta ver a la gente en el museo, una tarea difícil porque se encuentra lejos del centro de la ciudad. Por eso suele organizar clases, charlas, conciertos y otras actividades que atraigan a los ciudadanos. Esa filosofía va de la mano con la opinón de Ampudia (Melgar, Valladolid, 1958), que dice que la actitud de los museos con la ciudadanía tiene que ser “de compinches”: “No pueden enfocarse en atraer turistas, sino en abrir el pensamiento de quienes viven a su alrededor”.
Por eso es que ha decidido ‘tomar’ estos espacios públicos. Quiere hacerlos íntimos. Pero ahora, con este grupo, es complicado. “Yo espero que no durmamos nada”, decía Rubén Panete, uno de los artistas coruñeses que fue invitado a participar unos días antes del evento. Tenía que abrirse espacio para poder mirar las piezas durante la inauguración de la muestra, porque había unas 100 personas que también querían ver, y que no tendrían el privilegio de quedarse por la noche.
Entre los afortunados, al menos siete se conocen. En sus caminos como artistas o críticos de arte se han encontrado varias veces. Otros han trabajado en el museo. El resto son amigos de Ampudia, que está visiblemente emocionado. No esperaba que tanta gente se acercara.
Cuando el público por fin se va, pasadas las diez de la noche, el grupo de coautores o artistas improvisados de este performance en A Coruña se queda charlando, riendo. No saben qué va a pasar exactamente y Ampudia quiere que se relajen un poco. Ya había decidido no grabar, como ha hecho en otras ocasiones, para no incomodar a sus invitados, así que solo permite que Enrique Lista tome fotografías.
Pero pronto queda claro que dormir en el museo no es como se lo imaginan. Aunque son varios y algunos se juntan en grupos de dos o tres, lo más difícil de la performance parece ser conseguir sentirse cómodo, que es justo lo que Ampudia desea. Por eso no dirige, deja que cada uno vaya a su ritmo. Que cojan su bolsa de dormir cuando quieran, y se coloquen donde quieran. No los reúne para reflexionar ni se sientan a analizar las piezas que los rodean. Solo conversa hasta que le apetece acostarse, como si estuvieran en casa.
Ampudia se decide por la esquina junto al videoarte que grabó en el Palau, la más reciente. Irá a mostrarla en Barcelona el próximo 21 de marzo, y también invitará a varios artistas y coleccionistas a dormir allí con él una segunda vez. Al final, como otros okupas, su misión, además de adueñarse del espacio, es criticar y llamar la atención. “Esto es una manera de hacer que la gente tome ejemplo, no es una postura elitista. Solo quiero mostrar que se puede hacer y que no pasa nada”.
Y así fue. Ayer la sala ya estaba limpia y presta para los nuevos visitantes, mientras que los inquilinos pasajeros desayunaban y compartían sus historias. “Para mí no fue distinto de cuando duermo en casa”, fue la conclusión de Ampudia. “Tampoco soñé. Solo sueño despierto”.
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